JIMENA DEL MAR JIMENEZ DÍAZ
Se realizaron cinco observaciones etnográficas, desde el ciclo de comerciantes de pescado de río: dos intermediarios, dos de plaza de mercado y un mayorista. Los comerciantes de plaza de mercado fueron la señora Gina Méndez y el señor Andremio Tovar. Con la señora Gina me reuní en la galería de Garzón el 19 de agosto, entre las 9:00 a.m. y 1:00 p.m. Con el señor Andremio Tovar, se realizó el ejercicio en la plaza nueva de mercado del municipio de Gigante el 26 de agosto, desde las 8:30 a.m. hasta las 11:30 a.m. Los comerciantes intermediarios que participaron fueron el señor Oscar Zuñiga ubicado en el Barzal; antigua vereda de Garzón, el 21 de agosto, entre las 6:30 a.m. hasta la 1:30 p.m. y el señor Reinaldo Chogo el 28 de agosto, nos vimos en la vía vieja en Puerto Seco zona perteneciente a Gigante, de 7:30 a.m. a 2:30 p.m. El comerciante mayorista fue el señor Cesar Guerrero el 13 de septiembre, ubicado en la vía hacia el municipio del Agrado, en su casa y pesquera, desde las 9:30 a.m. hasta las 3:00 p.m.
El señor Andremio habita en Gigante, Huila, es pescador y comerciante de pescado de río, vende su pescado en la galería nueva del municipio. Ha trabajado como pescador desde hace 28 años, por lo general, pesca durante varios momentos en la noche: revisa las mallas hasta las 11 de la noche y se levanta nuevamente a las 5 de la mañana a revisar las mallas por última vez, antes de ir a vender el pescado capturado a la plaza de mercado. Cerca de las 10 u 11 de la mañana, luego de vender el pescado, se dirige a su casa para descansar, almorzar, hacer diligencias y cerca de las 3 de la tarde se vuelve a ir para lavar las mallas, y repetir su ciclo de trabajo. La jornada la repite todos los días, porque vive de la venta de pescado, ya que tiene un problema de salud en la espalda que le impide hacer trabajos más pesados como “bolear pica, volear machete, levantar piedra, a picar, nada, nada de eso… entonces ese es mi arte, porque con eso no hago fuerza”. Ahora está buscando ahorrar para comprarle un motor a la canoa y poder moverse más rápido, por ahora, se mueve con su remo. Cuando no logra vender el pescado en el tiempo que establece para estar en la galería, -sea porque se aburre, o porque tiene que hacer diligencias relacionadas con su problema de espalda, que le implica terapias y resonancias en Neiva-, para salir más rápido, se lo vende a una señora que tiene un restaurante.
El señor Andremio es pescador y comercia su propio pescado, según lo narrado por él, la única persona en la galería de Gigante que es pescador artesanal y vende su propio pescado de río, una figura que actualmente es difícil encontrar, después de las afectaciones del Quimbo.
La señora Gina es comerciante en la galería de Garzón, Huila, y comercia pescado de río. Se levanta a las 5 de la mañana para prepararle un tetero a su bebé, despachar a toda la familia con desayuno, preparar las cavas donde conserva y lleva el pescado a la galería de Garzón, para estar a las 9 de la mañana en su lugar de trabajo.
La señora Gina considera su lugar de trabajo como un puesto artesanal, porque no está dentro de las instalaciones de la galería, sino afuera, debajo de un techo que los cubre del sol y del agua. Está hasta la 12:30 de la tarde, porque tiene que llevarle el almuerzo a su esposo, en el Barzal. Una de sus hijas, hace el almuerzo. En medio de la jornada, le pide a su hijo que le vaya llevando las neveras que se van desocupando, para que no sea tan pesado volverse a llevar todo a la casa. Otra de sus hijas pasa a recogerla cuando ha llegado el momento de cerrar. Cuando su esposo llega de recibir la última entrega de pescados del día, antes de llevarle la carga al mayorista, selecciona el mejor pescado para que la señora Gina lo venda al día siguiente en la galería. Los fines de semana doña Gina, suele limpiar el lugar con creolina, para evitar las moscas y los malos olores del pescado. En ocasiones se turnan entre el hijo mayor y las dos hijas para vender los fines de semana, y que sus hijos puedan recibir algo del pago. Entre semana se turnan sus hijos para acompañarla, aunque por lo general su hijo mayor siempre le lleva las cosas y la acompaña en la jornada, en ocasiones la reemplaza los martes o miércoles. Los lunes es el único día que no van a la galería.
"La familia de la señora Gina está inmersa en las relaciones del comercio del pescado de río, estos aportan de forma que se pueda sostener el negocio en la galería y a su vez las actividades de la casa que permiten el sostenimiento del resto de la familia desde una perspectiva de alimentación y cuidado. Esta colaboración familiar no solo garantiza la continuidad del trabajo productivo de doña Gina y don Oscar, sino que también promueve el bienestar general de la familia en el hogar, que se integra familiarmente a las dinámicas de comercio de pescado de río. Mencionó la relación con el hogar, porque si ciertas responsabilidades no estuvieran distribuidas y asignadas de tal forma, tiendo a pensar por nuestra cultura, que la señora Gina no tendría tiempo de atender el negocio de la galería, por estar dedicada a las labores del hogar y al cuidado de sus hijos más pequeños. Por ello también se evidencia cierta rotación de las responsabilidades, entre la señora Gina y sus hijos".
El señor Oscar es un comerciante ubicado en el Barzal, vereda de Jagualito de Garzón, Huila, comercia con el pescado del embalse del Quimbo. Lleva entre 8 a 9 años en el negocio del comercio de pescado “es bueno madrugar, para que rinda…”. Se levanta a las 5:20 o 5:30 de la mañana habitualmente, se toma un tinto, le dan la colada al bebe y a las 6:10 sale al Barzal, lo primero que hace es ir a revisar sus mallas, no le recibe a nadie pescado hasta después de volver del embalse, cerca de las 8:00 o 9:00 de la mañana está “en tierra otra vez”, y empieza a recibir pescado “hasta que salga el último pescador”, por decir que salió a las 6 de la tarde, a esa hora le recibe. A veces escucha la emisora sabambú o la reina, entre música y noticias. En medio de la espera y el convivir juegan dominó. Su esposa suele llevarle el almuerzo después de la 1:00 de la tarde. Una vez ha completado sus tareas más urgentes distribuye su tiempo para hacer otras cosas.
La cotidianidad de los pescadores del Barzal en conjunto con el comerciante, se da después de revisar las mallas y acercarse hasta la orilla del embalse donde desembarcan, ahí suelen limpiar las canoas y el pescado: se descaman, se le quita las tripas y se lava. Mientras presenciaba ese hábito cotidiano, a uno de los pescadores se le cayó al embalse un pescado abierto, intentó volverlo a coger, pero fue como si el pescado hubiese desaparecido “se le escapó el más grande” le dijo uno de sus compañeros. Después de la limpieza, lo llevan a pesar.
El señor Reinaldo es comerciante de pescado del río Magadalena, hace 15 años se dedicó a comprar solo pescado de río, vive en Puerto Seco sobre la vía antigua, ubicado en el municipio de Gigante, Huila. No se tiene una descripción detallada de su cotidianidad, pero sí del proceso de recolección, limpieza y envío del pescado. Una vez llega el pescado, después de pesarlo y pagarle al pescador, se arregla, se eviscera y se enhiela: “se echa una capa de hielo en la nevera… cuando hay harto, se echa una canastillada de capaz, se le pone un papel de esos donde viene el azúcar, se echa otra de hielo y vuelve y se pone otra capa de pescado”. Cuando hay poquito pescado, les toca congelarlo en la nevera de corriente; cuando no, utilizan otras neveras “neveras que ya no sirven, se les saca la unidad”, que acuestan para aprovechar su espacio. El día que fuimos a la actividad, mencionaba que no había comprado pescado porque no había salido: “porque el río está muy grande o bajito”. Durante el tiempo que duró la observación, solo llegó un pescador.
El señor Reinaldo compra el pescado, luego lo revende a un tercero en la ciudad de Neiva. Esta persona lo revende al consumidor final; al parecer, la venta la realiza en una pescadería: “El Palacio del Capaz… por la Avenida Circunvalar”. Para el envío del pescado, menciona la señora Luz, esposa de Reinaldo: “lo empacamos en bolsas de papel… lo enviamos en las busetas y uno se hace los contactos. Entonces, el de las busetas me da los datos, número de celular… le digo al que va y lo recibe allá, como una encomienda. Cojo una buseta y le hago el pare, le digo: ‘lléveme esto allá a Neiva’. Allá lo llaman, y el muchacho le dice en qué parte está, o va hasta el terminal y lo reclama. O mi marido va en la moto y se lo entrega… ellos consignan la plata a Nequi. Uno se ahorra tiempo yendo por allá y el trajín en esa moto”. Más que todo recurren a las busetas cuando no tiene mucho tiempo, la señora Luz Gelin lo llama “tomar medidas de tiempo”.
El comerciante César Guerrero vive y trabaja en su casa y pesquera, ubicada en la vía hacia el Agrado, Huila, comercia con el pescado del Embalse y de lo que le traigan otros pescadores que trabajan en el río o el embalse. Hace unos 15 años trabaja con el comercio de pescado de río. Su hijo César David –quién aparece como dueño de la empresa de pescado- es la persona que recoge en varias zonas a la orilla del embalse los pescados, para traerlos a la casa y bodega, conservarlos y enviarlos. La labor del hijo del señor César, empieza desde la recogida del pescado por los diferentes puntos del embalse, cerca de las 10 de la mañana. Menciona “uno pregunta dónde están los pescadores, donde están arranchados… ellos le dicen a uno dónde están… uno va donde ellos están”, explicando la forma en la que va a buscar a los pescadores en los diferentes puntos del embalse, para recoger el pescado de la jornada, “pescadores arranchados… no tienen transporte, uno va a recogerles”.
Cuando llega a los puntos del embalse, pita, como una forma de avisar que ya está en el lugar, los pescadores van saliendo, o también se encuentran en la orilla, esperándolo. “Cuando hay bastante pescado” se repite el recorrido en la tarde, explica el joven David, esto se da, porque los pescadores se quedan pescado hasta la tarde, para aprovechar lo que más puedan. Luego llega a la casa, y lava los pescados de las canastillas en una alberca; como meterlos en el agua y volverlos a sacar, es un proceso que les demanda muy poco tiempo por canasta. Seguido, uno de los trabajadores, rueda la canastilla por la entrada del cuarto frío, donde el joven David, recoge la canasta y la va ubicando junto a la pila de canastas ya reservadas, hasta terminar con todas las canastas “se selecciona después de 90 canastas” dice, indicando que en ese momento seleccionan el pescado en tallas, especies y destinos, cuando se van a ubicar en el camión turbo king.
"Todos los comerciantes trabajan con pescado del río o del embalse y todos, hasta el mayorista, depende de lo que los pescadores encuentren en el río, que a su vez depende de la reproducción de las especies y el movimiento de las compuertas del embalse."
Se encuentran emociones de la cotidianidad y también herramientas utilizadas en la práctica del oficio. En medio del diario vivir, el comerciante Oscar dice que: a veces se aburren de la pesca, pero dice que “da para subsistir…”, y en tiempos buenos también da para capitalizar. Menciona también que: los gastos deben soportar el consumo de hielo, gasolina, invertir en mallas, neumáticos y en el motor “porque hay gente con mallas lejos”, esta expresión indica que quienes están más cerca de la orilla no tienen que navegar tanto, mientras que quienes tienen las mallas más lejos de los puertos tienen que desplazarse más lejos, por eso el motor ahorra tiempo y esfuerzo, de lo contrario tendrían que remar; como lo indica el señor Andremio de Gigante y su interés en comprar un motor “los motores se consiguen desde un millón y medio o dos millones en adelante… Hay hasta de cinco millones” (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). También se explica que el trabajo de la pesca y comercio debe alcanzar para las herramientas de cada oficio, cuando esto no se presenta las personas buscan otra actividad hasta cuando los peces vuelvan a aparecer. En el caso de la señora Gina, en el reconocimiento del valor económico que puede tener las herramientas con que trabajan los pescadores, indica que las mallas son costosas, porque se consiguen con precios entre 100.000 y 160.000 pesos sin empatar. El nailon y la cabuya –elementos que amarran o empalman la malla- suelen elevar el precio. La señora Gina dice que: sabiéndola amarrar, vale 180.000 pesos; de lo contrario, por pedirle a alguien que sepa tejerla, el precio oscila entre 200.000 pesos. Una malla puede durar de 1 a 3 meses.
"Aunque algunas de las herramientas o experiencias mencionadas son de la pesca, es de tener en cuenta que todos los comerciantes participantes de la investigación tienen conocimientos de pesca, porque son o han sido pescadores artesanales. Si bien no hace parte directa del oficio del comercio, si es un elemento a considerar en el conocimiento del arte de la pesca como saberes patrimoniales, que les permite desarrollar el oficio del comercio".
Los saberes patrimoniales en una cultura, permiten el reconocimiento de un patrimonio cultural inmaterial, que refleja la forma de vida, la identidad y la cultura de quienes poseen y practican este conocimiento vivo y comunitario. En las observaciones etnográficas de los diferentes comerciantes se pudo encontrar las siguientes prácticas o acciones que reflejan patrimonio cultural o al menos características que evidencian consolidación de sus prácticas en lo que llevan en el ejercicio de pesca artesanal y comercio de pescado de río.
"Escamas, agallas y ojos: los saberes que identifican el pescado"
Identificar ciertos saberes culturales en los comerciantes de pescado, puede ser un poco complejo, por su función práctica y económica de pesar y pagar por las especies. Aun así, se considera que hay ciertos elementos dentro de su oficio que podrían ser considerados conocimiento cultural. Entre esos está el conocer la frescura de un pescado: El señor Andremio como comerciante de su propio pescado: abre los peces para quitarle las tripas; les deja las agallas porque es lo que les garantiza a los clientes que el pescado esté fresco. Menciona que cuando las agallas están cenizas es porque el pescado está viejo, y cuando están rojas, es muestra de la frescura del pescado. (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). La señora Gina comenta que la frescura del pescado se evidencia cuando tiene los ojos brillantes… Cuando el pescado no está fresco, se le chupan los ojos y el olor no es agradable… (Gina, conversación en campo, 19 agosto) La frescura del pescado la reconocen por el color de la agalla, cuando está blanca ya no está fresco, por el color del pescado, cuando está pálido, parchoso o seco tampoco está bueno “ellas son negras” y cuando tiene los ojos hundidos, todas estas características son síntoma de un pescado viejo. (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
…Los pescados que no tenían escamas, tenían cuero, los pescados que tienen cuero no tienen espinas, y los de escamas sí vienen con espinas; entre los pescados que tienen escamas y tienen menos espinas está la mojarra (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Me mencionó también la diferencia entre el sábalo que a veces venden como bocachico; ya que son parecidos, la distinción entre estas especies se observa en la falta de dientes del bocachico y en una espina que tiene en la espalda como con dos puntas (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
"Remedios a punta de pescado: saberes medicinales"
En medio de la narración, el señor Andremio menciona un remedio que se puede hacer con la sardina, que es un pescado que nadie pesca, solo él para los remedios, que además le encargan en ocasiones: Consiste en cocinar medio manojo de cilantro cimarrón, zanahoria rallada y media cebolla cabezona morada, junto a una libra de sardinas y dos tazas de agua. Esto se cocina, se licua todo junto y se cierne. Se consume en la noche y genera un efecto de sueño profundo que, a su vez, ayuda a restaurar la baja energía y aporta vitamina al cerebro “uno de tanto fregar en el pescado uno aprende muchas cosas”. (Andremio, conversación en campo, 26 agosto)
La señora Gina le recomendó caldo de caloche a una señora que tenía su hija enferma, “a punta de caldos de pescado y cabeza de pescado levante a mi esposo de esa trombosis…”. Contaba que un cliente en quimioterapia venía muy amarillo acompañado de su esposa, hasta que ella le recomendó el caldo. Empezó a tomarlo antes de las sesiones y, al poco tiempo, “estaba rozagante”. (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
"El pescado que no es comercial, se le dan otras utilidades, como remedios en el caso de la sardina, el caloche, o las cabezas de pescado; que al parecer no son bien comidas por algunas personas, pero se reconoce el alimento que tienen".
¿De dónde viene el saber?
El señor Andremio comenta que es una persona que le gusta ir a las capacitaciones que realizan sobre pesca y pescado, porque le permite aprender sobre su arte. Acude por interés personal. Algunas de las capacitaciones han sido sobre el cultivo de alevinos. También aprovechó en alguna oportunidad para manifestar que deberían poner en el embalse el pescado más grande para que pudiera sobrevivir a las condiciones del ambiente. (Andremio, conversación en campo, 26 agosto)
A su vez, menciona que las prácticas de la pesca para las nuevas generaciones se heredan: “Ya saben que es la pesca artesanal… pequeñitos… porque miran que la mamá, el abuelo…” pescan, y los hijos o nietos “los ven”. La señora Luz Gelin menciona también que “siempre hemos seguido lo del pescado”. Llevan cerca de 18 años en la manipulación del pescado. El señor Reinaldo, antes era pescador activo, dejó el oficio hace 2 o 3 años y se dedicó solo a vender… Entre el 2010 y el 2012 comercializaban el pescado: recogían la pesca a los pescadores, la rajaban, la “hielaban” (lenguaje) y los transportaban a Ibagué, Neiva, Tolima, Pitalito, municipios que solían comprar mucho el capaz. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Este trasegar demuestra que el conocimiento adquirido de pesca y comercio se ha dado mediante la práctica y experiencia.
Más rico porque es del río: cultura alimentaria
Se considera que el pescado de río es mejor o más rico porque es fresco “no tiene ninguna clase de químicos de comidas… todo es natural. Entonces la gente se le hace más rico el pescado por el sabor, porque es natural”. (Andremio, conversación en campo, 26 agosto) La señora Gina menciona que el pescado de río es mejor que el pescado de lago, porque es criado de forma natural, por lo tanto, gusta más y tiene un sabor diferente al pescado de lago que “es solo manteca”. (Gina, conversación en campo, 19 agosto) ya que el de río al rebuscarse su comida le da un mejor sabor, mientras que el pescado de lago sabe a purina. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
El señor César comercia con pescado de río, porque es más barato que el de lago “sabe mejor… más rico… algunos lo prefieren”. Le deja más ingresos y no está peleando con nadie. (César, conversación en campo, 13 septiembre) Por lo general es muy fácil vender esas especies, pese a su tamaño, porque saben muy bien “el capaz, bocachico, la cucha, el peje, son pescados que son muy seguidos… exquisitos digámoslo así… mientras que hay un pescado que se llama carpa… una carpa de 20, 25 libras es difícil de vender porque ese pescado es muy poco comercial”, por su sabor dulce. Mencionan que para poder venderla bien, les toca explicar cómo prepararla y es más fácil venderla con huevo, para que se venda bien “una carpa por lo menos de 20 libras eso le deben salir hasta 4 o 5 libras de huevos” y si pescan un macho se lo comen ellos, porque es más difícil de vender (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Expresiones de cultura alimentaria, que sí puede formar parte del patrimonio cultural inmaterial, desde la asociación con lo natural, lo fresco o lo auténtico. También refleja saberes del gusto, transmitidos generacionalmente: El gusto por ciertos alimentos es generacional porque desde pequeños nos acostumbramos a los sabores que preparan nuestros padres o abuelos. Además, estos platos suelen venir de lo que ofrece el territorio. Por ejemplo, en el Huila se consume el viudo de pescado porque abunda en la región, mientras que en lugares como Boyacá se consume el cocido boyacense, ya que su paladar se ha formado con lo que su entorno les brinda. Es una combinación de tradición familiar y adaptación al entorno.
Frente a la elección de pescado del señor César, a su vez se da porque no tiene tantas regulaciones como el de lago, por ser práctica artesanal. Su elección responde a una lógica cultural de valoración, no sólo económica, y puede estar ligada a formas tradicionales de pesca, preparación y consumo. O sea, su elección económica se basa en la elección del cliente por el sabor del pescado, por lo tanto, aunque su lógica sea “que es más barato”, elige el pescado de río, por un criterio patrimonial.
Publicidad oral: continuidad en el oficio del comercio
Su comercio se da por medio de las personas que conocen su trabajo y compran su pescado –algo así como la voz a voz y la referencia en la ubicación del puesto de venta-. Adicionalmente, ella garantiza que su pescado es fresco, porque conoce su proceso de extracción y le interesa sostener al cliente… Por otro lado, sobre letreros con el nombre o publicidad del negocio, se alude que no se utilizan porque no se quiere llamar mucho la atención, ya que se intenta ser discretos para evitar los problemas, ya sea con alguna entidad de control o con las hermanas vendedores de pescado de lago (Gina, conversación en campo, 19 agosto). No utiliza redes sociales para la publicación de su negocio o sus servicios “ni Facebook tengo”. Solo lo conocen por donde haya pescado: Arauca, Cartagena, Barranquilla, Sincelejo, Puerto Nare, Puerto Boyacá, Chocó, río Orinoco, entre otros. “La gente lo conoce a uno y por eso tengo los contactos” (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
“Usted sabe que arrancar, todo es duro”, dice el señor Reinaldo, pero empezó dando a conocer su trabajo; así empezó a establecer sus relaciones de confianza desde que empezó con su negocio… Luz Gelin: Nosotros empezamos yendo a Mercaneiva… es una plaza donde, como decir el que viene a vender patilla en cualquier parte, se hacen en un ladito por ahí y ahí se va, se viene cada ocho días. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). La reputación que se ha ganado con las personas y clientes ha hecho que no duden de la frescura y origen del pescado, porque no le dicen que el pescado está viejo, ya que conocen su trabajo (Andremio, conversación en campo, 26 agosto)
Esto muestra una identificación social construida en el tiempo, porque se reconoce no solo el oficio, sino una práctica específica con un valor cultural: que puede referirse a, vínculos con clientela antigua, continuidad en el oficio, referencia del puesto de trabajo; como valor espacial, porque ese espacio facilita que la vean. Referencia de otros comerciantes para así mismo facilitarle el comercio en otros municipios de Colombia: sostiene redes de economía popular tradicional, basado en la palabra, la reputación y la ayuda mutua. Y las referencias no son solo comerciales, sino basadas en el conocimiento de la trayectoria, la palabra y la ética del comerciante.
Saberes de las especies del río: descubriendo la madre de bocachico en la cocina local
Antes de llevarle el pescado al mayorista, selecciona el pescado más “bueno y grande” para su esposa –comerciante en la galería de Garzón- “mi vendedora estrella”, por lo general el señor Oscar pesca madre de bocachico, se lo entrega a su esposa para venta en la galería, y eso les permite hacer promociones o dar ñapas, ya que es el único que pesca esta especie un tanto desconocida en el mercado de los peces y no le compra esa especie a nadie más, ya que el pescado es muy pequeño y no darían las cuentas para sacarle ganancia (Oscar, conversación en campo, 21 agosto) Por lo general, suelen dar madre de bocachico a los clientes cuando les piden ñapa o les preguntan: “¿y qué me va a dar demás?”, o también ofrecen tres libras de madre bocachico en 5.000 pesos… Se comenta que la escama más dura es de la cachama y que, por el contrario, al pez madre de bocachico, no le quita la escama porque es muy finita. Este pescado casi no se consume por su desconocimiento; sin embargo, según doña Gina, ante la falta de las especies conocidas, se consume lo que sale y se puede comer del río, lo que hace que la gente lo lleve, cuando hay disponible (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
Mientras que las especies de lago son pancracio –o basa-, la cachama, la mojarra lora y la carpa, las especies del embalse son la mojarra negra, y de vez en cuando sale una cachama y carpa –la carpa también conocida como “carote” es considerada una especie invasora, es parecida a la cucha solo que carrasposa-, también se pueden encontrar peces que no son consumibles como el pez diablo. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto) Por lo que se refiere a las especies de pescado, el capaz es el que más consiguen. La mojarra “se reproduce abajo”; también menciona que permanecen en agua estancada: “la mojarra es más barata y, como se reproduce fácil es más barata”. El bocachico y el capaz se reproducen río arriba; sin embargo, también lo pueden hacer en agua estancada, y buscan la orilla: “el capaz no se puede cultivar… el bocachico cultivado no sale con la misma calidad”. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto)
La promoción no es solo por una estrategia de venta, sino que indirectamente también se crea una relación de consumo y conocimiento con una especie y se le da valor, por generar: reconocimiento comunitario de esa especie, saberes sobre especies del río; especies nuevas que se adaptan para la alimentación debido a la escasez de otras, transmisión de conocimientos, en la medida que se indica cómo consumirla y dándola a conocer y también está conservando una práctica comercial diferenciada.
Reconocido por su gente: memoria colectiva y valor social del oficio
Otros tipos de clientes que sostiene la señora Gina son varios restaurantes en Garzón; entre ellos San Joaquín y algunos lugares en la galería, la Jagua y el Agrado. (Gina, conversación en campo, 19 agosto) Según la señora Gina, a veces “los pescados se pierden” en los momentos más comerciales del año. En esos casos, ella prefiere comprar pescado a mayor precio a otros vendedores, con el fin de ganarse así sea 2.000 pesos más, “para aprovechar” la buena venta de esas semanas. (Gina, conversación en campo, 19 agosto). “Todo el mundo busca su puerto… a mí me queda más fácil aquí o allá” menciona el joven David, al explicar que los pescadores se ubican donde mejor les vaya pescando.(César David, conversación en campo, 13 de septiembre)
Varios de estos lugares pertenecían a las veredas del sector, entre esas se encuentra el Barzal, antes conocida como la vereda El Barzal, ahora es solo Barzal “dicen que quedó siendo parte de Jagualito –vereda no inundada por la hidroeléctrica-. Por otro lado, ellos lo llaman “puerto Barzal” porque el puerto no lo define la empresa, sino donde se ubican y están los pescadores, algo sobre el nombre le propusieron a la alcaldía para que se llamara así pero “aún no han dicho nada”.(Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
En la Jagua hay reconocimiento comunitario por doña Gina, por vender pescado de río y porque de ahí también se surten cuando necesitan algún pescado. Eso y todos los otros actores que reconocen de distintas formas a los 5 comerciantes podría entenderse como legitimidad social porque la comunidad respalda y confía en lo que esa persona o grupo hace. Se convierte en parte de la historia viva de la comunidad -memoria colectiva-. Que se reconozcan como honestos o de confianza, que tenga características de sostenibilidad para la comunidad, que el lugar de venta o de recibir el pescado sean micro puntos de encuentro, demuestra su valor social. Con la venta en temporada escasa del pescado, no solo intenta vender para ganar así sean 2.000 pesos, sino que mantiene la oferta de pescado de río en el mercado, se entiende como una forma de preservar una práctica cultural. Usa redes de confianza y conocimiento tradicional, busca a pescadores, eso activa un saber estratégico y comunitario, no solo desde una lógica de mercado. También fortalece el vínculo con el territorio y apoya una economía tradicional. Indirectamente y no sé si conscientemente, resiste a la sustitución de pescado de río, por pescado de cultivo o congelado. Para el caso del hijo del mayorista al ir a buscar el pescado al embalse, presenta una práctica comunitaria, porque les ahorra a los pescadores ir hasta la pesquera y fortalece la economía comunitaria, basada en relaciones de confianza y reciprocidad.
La señora Gina, por lo general, consigue el pescado por medio de su esposo el señor Oscar, comerciante intermediario de pescado de río, que en su tiempo de espera suele pescar. De esta manera, el señor Oscar escoge el mejor pescado para que la señora Gina lo pueda vender en la galería. Lo que el señor Oscar pesca, se lo entrega directamente a la señora Gina, ahorrando los gastos de la compra del pescado. (Gina, conversación en campo, 19 agosto) Por lo general, quien pesca tiene al cliente que le compra el pescado, o al comerciante que se lo recibe, don Oscar menciona que en diciembre lo buscan para que reciba el pescado. (Oscar, conversación en campo, 21 de agosto)
El señor César sabe hacer cada parte del trabajo, pero reconoce que ha envejecido y que por eso ha delegado funciones prácticas. “Soy como el administrador” dice David, más no la parte financiera. (César, conversación en campo, 13 de septiembre). El señor Oscar sigue vendiéndole a don Arturo “don Arturo ha estado en las buenas y en las malas”, porque considera que no se puede dejar de lado al comerciante que también ha estado junto a él en las épocas de escasez y de bonanza, por eso, pese a mejores ofertas prefiere quedarse con el señor Arturo. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Refleja una forma de organización familiar en torno al comercio de pescado, junto a una cultura del trabajo colectivo desde el valor del trabajo en equipo. Construcción de organización de las redes comunitarias: Si los compradores se mantienen por vínculos personales, familiares o de respeto mutuo, eso refleja una forma cultural de comercio. Si vender el pescado directamente a ciertos compradores es parte de cómo la comunidad organiza su economía tradicional, entonces forma parte de su cultura fluvial o ribereña
Frente a las relaciones entre pescadores, se narra que “cada uno tiene su puesto”, refiriéndose a que, por un lado, los pescadores se respetan sus lugares de pesca -donde ponen sus redes-, y por otro lado, si van a otras veredas o sectores a pescar, se genera cierto reclamo de los pescadores que permanecen en esos lugares. (Gina, conversaciones en campo, 19 de agosto)
Cuando van a revisar las mallas en la noche, suelen ir con una linterna en la cabeza y la menor luz posible, ya que la luz le informa a los demás compañeros donde se encuentra el pescado, la idea de no avisarles a todos se presenta con la finalidad de poder avisar a familiares o a los cercanos en qué lugar está el pescado “a los otro no” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). La dinámica de los pescadores que viven en el embalse, implica moverse con el nivel del agua, es por eso que los cambuches que crean no son lo suficientemente elaborados, ya que tienen que desmontar la estructura, cuando el río baja o sube, y cuando reciben visitas de Enel. Frente al tema de la pesca, el pescado recién se saca del agua se debe poner en termos con hielo para preservarlo, y no dejarlos en la canoa porque se pueden quemar con el sol… De vez en cuando en una de las cocinas de leña se prepara comida para todos, y se comparte la comida. Se pudo evidenciar que entre ellos se tienen apodos, como “chuqui”, “laguna”, “bocadillo”, “cabeza de loro”, “mambe” o “patilla”. Las personas que habitan el Barzal, suelen convivir con varios animales, desde gallinas, patos, perros y gatos, hasta gallos de pelea (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
El señor Oscar relaciona el Río Magdalena con una forma de vivir de él “de ahí devenga el sustento” -vida, entendida desde el trabajo- (Oscar, conversación en campo, 21 agosto) Como asociación se reúnen cada 2 meses y lo que se comparte de refrigerio es lo más cercano que se reúnen a compartir algo “y compartimos una gaseosa una empanada”, aunque en el Barzal se ven todos los días. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
"En el caso de a quién se le avisa dónde está el pescado y a quién no. En muchos oficios tradicionales, existen normas no escritas que determinan quién tiene derecho a hacer qué. Esto puede ser parte de una estructura cultural patrimonial, y puede reflejar, por un lado, se tiene interés de ayudar solo a los pescadores más cercanos al grupo; ayudar con los que tienen redes comunitarias más cercanas. Por otro lado, también hay forma de interpretarlo de manera que se excluyen a los que llevan menos tiempo en el lugar, o no pertenecen al círculo familiar o comunitario, lo que puede volverse desigual si no se transforma, o no se comprende mejor desde la perspectiva del investigador".
También encontraron muchas tumbas indígenas. Mencionó que “al otro lado hay un cementerio indígena”, y contó cómo lo supieron: “Un señor que vivía allá… se puso a hacer unos lagos a pura pica y pala, y él saco como 3 muertos, enterito, yo estaba ahí. Encontramos una india también así –indica posición fetal- así agachadita, con la manita y la bateíta, seguro donde ella la enterraron amasando algo”. Otra de sus historias se refiere a que, algún día, “me encontré una olla de barro… los dientes los tengo ahí… la olla no tenía nada” –refiriéndose que tomó los dientes del cuerpo que encontró y los guardó-. Ese día llamó a un compañero -mencionó que ese compañero era el padre del pescador que estaba junto a él, que le estaba ayudando en ese momento a arreglar el motor de una canoa- porque “el que se encuentra una guaca, se encuentra al diablo… fuimos con otras personas”. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Encontrar tumbas indígenas, referidas a un cementerio indigena es una muestra clara de testimonio material, de memoria y cultura, vinculándose con la identidad cultural de un pueblo, y aunque los pescadores y comerciantes no sean indígenas, el territorio donde trabajaban como agricultores y ahora como pescadores es de alto valor patrimonial.
En lo referente a su oficio la señora Gina mencionaba que ella no congelaba el pescado, porque al descongelarlo, la piel se volvía masuda, como la del atún, lo que da la impresión de estar viejo. (Gina, conversaciones en campo, 19 de agosto) Prefiere comprar el pescado casi que vivo, así se lo traen a la casa. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto) La situación con el capaz es que es un pez muy delicado. La señora Luz menciona, que si ya lo hubieran podido cultivar, se estaría vendiendo como pescado de lago hace rato. Asimismo, ocurre con su conservación: es más delicado por el cuero y no dura tanto en hielo. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto)
El capaz es una especie exclusiva del río, por su difícil conservación, por sus características naturales, cuero, no se puede cultivar fácilmente. La exclusividad de algunas especies por su forma de vida, permite entenderse como un patrimonio del río.
Para el arreglo del pescado que va a ser enhielado “porque cuando es para consumo es diferente”, se cortan desde el agujero “por donde sale la materia fecal” se rajan hasta la boca y se realiza un corte horizontal en la garganta del pescado, en donde corta el guargüero (lenguaje) y con los dedos le saca la tripa y la hiel: “me sale la tripita –se ríe– no todas las veces, hay veces se corta” –refiriéndose a que a veces la tripa se le queda a la mitad–. Cuando la hiel se corta dentro del pescado, se recomienda echarle agua inmediatamente, de lo contrario se puede amargar. Para el caso de los pescados con escama, la escama le ayuda a conservarse mejor. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto)
Suele poner una tabla en la parte de atrás de la moto y ubicar los termos llenos de pescado para llevarlos al destino de compra. Otra forma que tiene de enviar el pescado es enviando la mercancía por buseton; alguien lo recibe en el lugar de entrega. Para esto, suelen empacar el pescado en bolsas de papel y enhielar muy bien, la idea es que no se riegue en el bus y así no dejar un mal precedente con el conductor, para que les permita acceder al servicio otro día… Y frente al envió de pescado, lo hace cada 4 o 5 días “dependiendo como se recolecte”, explica que, si un cliente llega a pedirle una especie en específico, él le responde según “lo que dé el río”, es decir, lo que le hayan traído los pescadores (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Menciona que, cuando les sirven a los clientes consumidores de pescado “un tronco de bocachico, es exportado”, porque esta especie, por lo general, como se pesca, se sirve, un pescadito completo (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Un elemento a considerar con los comerciantes intermediarios, que se evidencia con el señor Reinaldo, es que para que haya pescado o gastronomía tradicional en restaurantes o casas de familia, se necesita que el pescado llegue hasta ahí, y si no es por medio de un pescador directo, el comerciante intermediario se encarga de esa función de “distribuir” o simplemente “llevar a un lugar”, esa mera acción -comercial- permite que el pescado de río sea compartido en los espacios comunitarios o sociales del departamento. Como don Reinaldo también tiene un restaurante, también comparte conocimientos gastronómicos, o al menos diferenciar cuando un pescado es de aquí, es de río, y no cuando son de otras partes. Y podría ser patrimonial ese conocimiento: 1. diferenciación de especies locales y foráneas, 2. como el de tener una función implícita de repartir ese pescado local, o otras partes del departamento del Huila, o departamentos cercanos. 3.“Lo que dé el río”, el que la venta o el encargo, dependa de lo que dé el río, indica cierta relación con la temporalidad del río: se ajusta al ciclo natural y social de la pesca, no se anticipa al producto como si fuera una mercancía fija o industrial. Puede ser una práctica cultural significativa, e incluso una forma de resistencia frente a lógicas de mercado que no consideran los ritmos naturales ni las relaciones comunitarias.
Especies ausentes y especies depredadoras
Como una problemática del embalse, se encuentra que debido al cambio de ambiente controlado como era el río, ahora por la represa que abre y cierra sus compuertas, la época de reproducción de las especies se ve incierta, eso hace que pescadores y comerciantes no se puedan fiar de buenas o malas épocas, porque todo depende de muchos factores. A esto, se le suma que encuentran especies depredadoras, que no son de consumo cultural habitual, pero sí se comen peces del consumo de la gente.
La picuda es considerada una peste “eso acaba con todo… hemos sacado de estas con sardinas completas en la boca… así como no se va a comer una, una semillita” menciona Andy, -la semillita se refiere a los alevinos- (César, conversación en campo, 13 septiembre) También menciona que, por lo general, el pescado solía reproducirse en marzo y abril “los meses de desove”, al igual que en octubre y noviembre se podían pescar algunas especies que salían solo en esos meses. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Mallas que apuran la vida
Se encuentran en el mercado mallas con orificios pequeños, que no cumplen con las medidas acordadas que permiten la reproducción necesaria de las especies del río, a su vez, en el caso de la mojarra, se pescan incluso peces muy pequeños, por la necesidad económica y escasez de peces. Este tamaño se recibe y se paga debido a la demanda en otros departamentos del país.
La señora Gina dice que la venta de las mallas de orificio pequeño debería controlarse desde los vendedores de redes, pues si no se vendieran, nadie las compraría. Así no se pescaría un pescado muy pequeño y se le daría la oportunidad de reproducirse. También sospecha que una de las causas de que haya poco pescado es porque se captura antes de que crezca (Gina, conversación en campo, 19 agosto). También considera que por la pesca abundante que se realiza abajo, “no lo dejan subir” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Del tamaño del llavero no debería recibir, pero debido a la situación de escasez y a la rápida reproducción de la mojarra, se recibe –no ocurre lo mismo con especies como la picuda, el capaz, el dentón, que se recibe de 200 gramos para arriba- (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Si nos dan tierra, dejamos de pescar
Como asociación han considerado hacer un paro para pedirles tierras a los dueños de la empresa, algo así como un proyecto…, de esa manera ellos firmarían y desistirían de la pesca artesanal –se menciona 300 hectáreas de tierra entregadas en el Agrado, como quien dice si entregaron allá, con ellos también se puede dar- “que nos compren fincas” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Don Oscar es el presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales Brisas del Magdalena.
El oficio que pesa
Respecto a las nuevas generaciones, considera que los abuelos fueron pescadores “por no tener otras oportunidades; quedaron como pescadores”, refiriéndose a los hijos de los adultos mayores. Menciona que su papá fue aserrador, mientras que él ahora vive de la pesca: “Mis hijos… yo tuve dos, mi hija y mi hijo. Ellos sI del estudio, muy poco…a hacha y machete… No necesita sino tener emprendimiento y verraquera. Y el muchacho se fue, y mi hija le coste… la carrera esa de las uñas, y se le compró todo… y tampoco no le puso fundamento… (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Demostrando que considera que el oficio de la pesca es duro para vivir, mientras que a algunos jóvenes no les interesa continuar con el oficio.
De pescador a visitante
Al principio cuando la señora Gina empezó a vender pescado, Guillermo fue quien le enseñó algunas tácticas del negocio, fue por eso que cuando me acerqué a empezar el proceso de la observación etnográfica, el señor Guillermo se previno –pese a su conocimiento anterior de mi presencia- y me indicó que no le iba a pasar lo que le había pasado con la señora Gina, ya que ella le había robado los clientes… La señora Gina me explicó, que uno de los problemas que había tenido con el comerciante al que estaba esperando –Memo-, era por los puestos artesanales en la galería. Inicialmente, antes de la pandemia, había cerca de 5 vendedores de pescado en la zona donde la señora Gina se encuentra ahora. Después de la pandemia y con los impuestos, quedaron solo 3 personas… (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Esto al parecer no es un caso aislado, sino que con el tiempo también limitó la presencia de pescadores esporádicos en la zona. Se considera una problemática porque cambió la forma de venta de pescado de los mismos pescadores, limitando la práctica a personas fijas de la galería que vendieran pescado de río. Porque los vendedores fijos consideraron que no era justo que pescadores y revendedores aparecieran en las temporadas altas de consumo de pescado y se llevaran los clientes. Así se desplazó la posibilidad de que el pescador vendiera de forma directa su propio pescado.
Si nos dan tierra, dejamos de pescar
Como asociación han considerado hacer un paro para pedirles tierras a los dueños de la empresa, algo así como un proyecto…, de esa manera ellos firmarían y desistirían de la pesca artesanal –se menciona 300 hectáreas de tierra entregadas en el Agrado, como quien dice si entregaron allá, con ellos también se puede dar- “que nos compren fincas” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Don Oscar es el presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales Brisas del Magdalena.
El oficio que pesa
Respecto a las nuevas generaciones, considera que los abuelos fueron pescadores “por no tener otras oportunidades; quedaron como pescadores”, refiriéndose a los hijos de los adultos mayores. Menciona que su papá fue aserrador, mientras que él ahora vive de la pesca: “Mis hijos… yo tuve dos, mi hija y mi hijo. Ellos sI del estudio, muy poco…a hacha y machete… No necesita sino tener emprendimiento y verraquera. Y el muchacho se fue, y mi hija le coste… la carrera esa de las uñas, y se le compró todo… y tampoco no le puso fundamento… (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Demostrando que considera que el oficio de la pesca es duro para vivir, mientras que a algunos jóvenes no les interesa continuar con el oficio.
De pescador a visitante
Al principio cuando la señora Gina empezó a vender pescado, Guillermo fue quien le enseñó algunas tácticas del negocio, fue por eso que cuando me acerqué a empezar el proceso de la observación etnográfica, el señor Guillermo se previno –pese a su conocimiento anterior de mi presencia- y me indicó que no le iba a pasar lo que le había pasado con la señora Gina, ya que ella le había robado los clientes… La señora Gina me explicó, que uno de los problemas que había tenido con el comerciante al que estaba esperando –Memo-, era por los puestos artesanales en la galería. Inicialmente, antes de la pandemia, había cerca de 5 vendedores de pescado en la zona donde la señora Gina se encuentra ahora. Después de la pandemia y con los impuestos, quedaron solo 3 personas… (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Esto al parecer no es un caso aislado, sino que con el tiempo también limitó la presencia de pescadores esporádicos en la zona. Se considera una problemática porque cambió la forma de venta de pescado de los mismos pescadores, limitando la práctica a personas fijas de la galería que vendieran pescado de río. Porque los vendedores fijos consideraron que no era justo que pescadores y revendedores aparecieran en las temporadas altas de consumo de pescado y se llevaran los clientes. Así se desplazó la posibilidad de que el pescador vendiera de forma directa su propio pescado.
En la medida que las relaciones comerciales se han ido estableciendo, los mismo comerciantes tienen referencias entre ellos, por su trasegar y los valores que imparten.
Con la llegada del señor Arturo al comercio de pescado en Garzón, empezó comprando a varios pescadores, pero por mala administración se quebró y “le quedó debiendo dinero a muchas personas”. En el caso del señor Óscar, Arturo le pagó todo el dinero que le debía (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El señor Oscar menciona que don César el mayorista “no paga bien el pescado” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). En contraste con la opinión del señor César: se compara con don Arturo, que puede pagar más, pero a veces no le paga a la gente “don Arturo tiene platica y ahora responde… le queda debiendo plata… mujeriego y toma trago”...que le funciona a quién le paga de una vez y a quien le paga en efectivo “paga más… pero fiado no le tienen mucha confianza”. El señor César dice que don Arturo “se ha comido dos plantes”, opina que “si fuera la plata de uno… pero es plata del pescador”(César, conversación en campo, 13 de septiembre).
En temas de competencia comercial: En medio de la etnografía, el joven David, mencionó que ellos no tenían problemas con la picuda “allá donde don Arturo si le sacan eso, pero acá no”, le dijo a un pescador que le estaba preguntando si sacaba el pez del balde o no (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Dando a entender que en Barranquilla le reciben la picuda y es por esa razón que la pagan, mientras que a la persona que le vende don Arturo, no le sale pagar por la picuda. También se evidencian relaciones de confianza y lealtad: En este momento, puso a su hijo para hacerse cargo de recoger el pescado, lavarlo y organizarlo en el cuarto frío “mi hijo… mano derecha. Ya sabe lo que tiene que hacer”, y a cada trabajador le delega una función… hace ocho días tuvo que despedir a un trabajador, porque lo descubrió robando pescado. (César, conversación en campo, 13 de septiembre)
Se evidencian diferencias de poder entre Enel y los pescadores arranchados del Barzal: “necesitamos que desbaraten”, todo esto hace que ellos -los pescadores- piensen que la empresa no los vea como personas, además de que solo les interesa su bienestar como empresa (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). A su vez, la empresa considera la opinión del mayorista: Su papel de comerciante mayorista, le ha permitido certificar a pescadores artesanales cuando EMGESA ha pedido documentos para verificar la labor de los pescadores, es por eso que la empresa lo tiene en cuenta para asuntos relacionados con los pescadores (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
En la distribución de oficios, se encuentra a la familia como principal apoyo de los comerciantes, entre esos, hijos y esposas: El hijo mayor, de 22 años, es quién reemplaza a la señora Gina los martes, miércoles y algunos sábados…La señora Gina es quién se encarga de llevar y traer los materiales para trabajar… En la moto con parrilla que maneja el hijo mayor (Gina, conversación en campo, 19 agosto). En cuanto a los métodos de pago, es su hijo mayor quien maneja las transferencias por Nequi (Gina, conversación en campo, 19 agosto). El puesto que tiene en la galería nueva es solo de él, y en ocasiones su esposa lo reemplaza en la venta de pescado y plátano. No frecuentan trabajar con una persona que les ayude porque las cuentas no alcanzan para pagarle a alguien más. Por lo general, el señor Andremio ubica el pescado en las neveras, y a medida que las va desocupando, las envía a la casa para que su esposa las lave y deje limpias para volvérselas a llevar, ya que, si las deja mucho tiempo en la galería, empiezan a oler mal…Cuando quiere descansar su esposa lo suple con la venta de pescado en la galería (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). El muchacho no paga, solo da el aviso “ya puede ir a cobrar, oyó, ya están ahí pagando”, y apunta, en un grupo que tienen en común, el peso recibido de cada pescador, para después cuadrar las cuentas en la pesquera (César, conversación en campo, 13 septiembre).
Respecto a las participación de la mujer, se evidencia que no solo presenta factores de reemplazo en algunas de las actividades del comercio, sino que tiene un papel protagónico en este: comenta que la señora Gina es quien ahorra “ella es la financiera”, porque él reconoce que el dinero se lo gasta rápido (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Entre la conversación se menciona el apoyo económico de su esposa –doña Gina- en el sostenimiento del hogar, por medio de la venta de pescado en la galería, ya que en varias ocasiones los ha sacado de apretones, y el esfuerzo del trabajo permite compensar la subsistencia en la casa, pagar recibos, comida, deudas, entre otros (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Cuando no logra vender el pescado en el tiempo que establece para estar en la galería… Para salir más rápido, se lo vende a una señora que tiene un restaurante (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
Redes solidarias
Frente a actos de solidaridad entre las personas de la comunidad, se evidencian posibles gestos: Además de llevar el pescado a venderlo con el mayorista, también les trae las bolsas de hielo a los pescadores. Cada pescador paga su bolsa, pero no se cobra el domicilio (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Apareció una mujer indígena de avanzada edad, que sin decir una palabra, provocó que doña Gina le respondiera: “el sábado le di harto pescado muñeca…”, haciendo que la mujer le hiciera una mueca y después de un momento se fuera del lugar. Se comenta también que, de vez en cuando, las vendedoras del pescado de lago le preguntan a doña Gina: “¿tiene capaz que me venda?”, lo que evidencia no solo relaciones tensas entre ellas, sino también relaciones de cooperación. (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Estas acciones reflejan formas tradicionales de relación económica no capitalista, como el apoyo mutuo.
Los préstamos forman parte de formas tradicionales de economía local -solidaria-, préstamos sin interés entre vendedores o pescadores, basados en la palabra dada: El señor César hace la referencia en que los pescadores son “como trabajadores míos”, porque le llevan el pescado a él, le piden prestado, así que, es como si trabajaran para él… así cuando se presenta que le piden prestado, le abonarán la primera cuota y luego puede que no vuelvan, cuando regresan al tiempo les sigue descontando lo que está pendiente. El señor César no apunta los préstamos en ninguna parte, “dejó anotado en mi cabeza”, y así si se le olvidan no queda pensando en que tal persona le quedó debiendo “son cosas que a veces se pierden”, son los pescadores cuando van que le dicen cuanto abonaron, y don César lo va teniendo en cuenta (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
Entre los pescadores y el comerciante: relaciones de interdependencia
Se evidencia ciertas relaciones de dependencia mutua; cuando el pescador escoge su comerciante, y cuando el comerciante necesita de los pescadores, es una relación de interdependencia. Cuando el comerciante impone precios, es relación de poder. Cuando el pescador puede elegir su comerciante, hay autonomía y posible dependencia económica.
Los pescadores suelen insistir en el aumento del precio cuando es muy difícil conseguir pescado, le dice al comerciante “Timo hable con el viejo haber si nos sube unos 200, 100 pesos cualquier cosa que nos suba nos sirva… y el viejo se pone, como todo patrón a mamarle gallo: no, es que está suave, ahí miramos, esperemos a ver… don Arturo es que la cosa está dura y ya tres se me fueron, le dije… no dio la base para ponerse a trabajar y se fueron a trabajar en Garzón en esa obra en la carretera… fue ahí cuando él me le subió, yo le dije que me subiera los 300 y yo les subía a los 400 y me dijo que no, que porque la llegada del pescado también toca pagarlo”. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El joven David dice que ellos ponen el precio, los pescadores eligen si el precio propuesto “les beneficia o no”, indica también que la elección del precio depende de “cómo estén comprando en Barranquilla”. Otro factor mencionado es la competencia “hace que el precio suba”. El pescador Andy menciona que “si solo hubiera un comprador nos tendría jodidos” (César, conversación en campo, 13 de septiembre). “El mayorista vive de uno y uno del mayorista” (Andy, conversación en campo, 13 de septiembre).
En el caso de don Andremio: sostiene los precios en temporada de semana santa, lo que genera cierta fidelidad o preferencia de los clientes en el momento de elegirlo. El señor Andremio no vende su pescado a revendedores –quienes tienen puesto en uno de los pasillos de la galería- porque le pagarían el pescado más barato y su trabajo no sería bien compensado. Explica que, el bocachico lo venden a 25.000 pesos la libra. En el caso de la mojarra le ofrecen 4.000 pesos la libra, mientras ellos la revenden a 9.000 pesos, así que el señor Andremio la puede vender más barata “yo mismo lo cojo, yo mismo lo vendo”, y ganar 2.000 pesos con la venta de alguna mojarra (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). En el caso de don Reinaldo: menciona que “las condiciones las ponen ellos”, refiriéndose a los pescadores cuando llevan el pescado sin arreglar. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto)
A quienes atrae la abundancia y lo artesanal
Durante algunas festividades, como Navidad o San Pedro, aparecen “extranjeros” (lenguaje) preguntando por pescado de río, lo que les permite aumentar levemente la venta durante esos días. (Gina, conversación en campo, 19 agosto). En cuanto a los turistas, con los que también se ha topado, comenta que lo buscan en su puesto, y le hacen preguntas sobre la forma en que pesca, la proveniencia del pescado, el tamaño y demás, con lo que finalmente le compran todo el pescado (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). El año pasado hubo apogeo de mojarra –que incluso atrajo a comerciantes de Hobo a Garzón- se llegó a vender hasta en 3.800 pesos (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
El valor de seguir: reconocimiento y permanencia
Que haya permanencia en los lugares o reconocimiento de las personas que comercian implica: memoria colectiva y reconocimiento social. Hay una identificación social construida en el tiempo, porque se conoce dónde ubicar a pescadores y comerciantes, se encuentra también una dinámica relacional establecida con los pescadores, por las relaciones de confianza y acuerdos no escritos, entre pescadores y comerciantes, y entre los mismos comerciantes. Además de que el tiempo que llevan en el comercio es reflejo de saberes aprendido en la experiencia de pesca y comercio del pescado de río.
La señora Gina mencionó que en el Barzal… permanece su esposo Oscar y don César como comerciantes fijos de ese sector. En Rioloro se hace referencia a Sergio. También se mencionó que los comerciantes que venían de Hobo tendían a ofrecer más por el pescado, pero que en esos días se habían retirado de la zona (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Con el comerciante intermediario, Sergio Cruz, tiene una buena relación “cuando llegue, era el comerciante duro… no me puso cuidado… como si fuera basura… hoy en día él es trabajador mío”, indicando que el pescado que recoge el señor Sergio se lo vende a César “por ejemplo, Sergio acumula harto pescado… pero con los puros pescadores no se sabe si sale harto pescado o no” (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Actualmente, el señor Reinaldo menciona que hay una señora que compra pescado y se lo revende a él, en un puente peatonal. En Garzón puede conseguir mojarra que distribuye en Ibagué, Neiva y Girardot. De Puerto Seco le traen capaz y bocachico. Antes también le compraba a un comerciante intermediario del balseadero “Nano” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Dice que los clientes que frecuentan su puesto, son personas que prefieren su pescado “que uno les vende cómodo”, y además la clientela, que es nueva desde el traslado de la galería vieja, pregunta por don Andremio cuando no lo encuentran en su puesto vendiendo, como ocurrió la semana que fue a participar del paro de pescadores “bueno ¿y el de los pescados? ¿qué se hizo? ¿está enfermo?” (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Los pescadores son fijos, es decir, se reconocen entre ellos –comerciantes y pescadores- y cuando aparece alguien nuevo también se referencia “nadie está obligado a venderme el pescado”. En medio del recorrido con el hijo de don César, me indicó que un grupo de hombres cerca a uno de los puntos donde recoge el pescado, eran también ladrones, ellos preferían venderle el pescado a don Arturo (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
Comerciar, conservar y mover el pescado: saberes en cadena
En este apartado se intentará hacer una exposición general de las características más relevantes del oficio del comercio de pescado de río: El oficio del comercio implica que el comerciante salga rápido del pescado, para venderlo fresco y permita la rotación. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Dispone de medios de transporte para comprar la mayoría del pescado, entre esos 2 turbos, 1 camioneta para recoger el pescado, del río a la casa-bodega en el Agrado, y otra con sistema de almacenamiento del pescado para enviar a otras ciudades –un Termo King del Agrado a Barranquilla-. En la casa-bodega tiene un cuarto frío donde almacena muchas cantidades de pescado y también dispone de trabajadores que ayudan en esa labor. Respecto al tamaño del pescado, se divide entre los de media libra para arriba y los de media libra para abajo. Esos dos tamaños tienen precios diferentes. El pescado que compran no lo congelan, solo lo mantienen fresco. El eviscerado lo hace el consumidor final en Barranquilla (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
En el caso del señor Andremio, que comercia solo el pescado que pesca: generalmente, después de pescar, abre los peces para quitarle las tripas… Los mete en una nevera de icopor –o congelador- con hielo que permite congelar el pescado. El hielo lo compra en 2 o 3 bloques delgados -vale 10.000 pesos cada bloque-, que suele enviar pronto a la casa para que la esposa los limpie y los congele, con el fin de aprovechar al máximo su utilidad… El señor Andremio suele transportarse en moto hacia el río, llevar el pescado a la galería y devolverse a la casa (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). En el caso del señor Reinaldo: los pescadores llevan el pescado sin arreglar, sin quitar tripas ni escamas. “No importa, siempre hay que arreglarlo” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). En el tema de la limpieza que los pescadores hacen del pescado antes de entregarlo, el señor Oscar menciona que él lo recibe sin vísceras, “porque las vísceras no valen nada”, y en caso tal de recibirlo sin vísceras lo paga más barato (Oscar, conversación en campo, 21 agosto) La forma de conservación del pescado mediante el hielo permite mantener fresco el pescado desde la pesca hasta el consumidor final. La bolsa de hielo les vale 8.000 pesos y se la compran a un comerciante mayorista, don Arturo (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
Aguante, escasez y especie
Para el comerciante mayorista, el precio de los pescados debe mantenerse, es decir, él debe seguir pagando “así haya mucho, así haya poquito”, para que el negocio se sostenga y los pescadores lo referencien positivamente (César, conversación en campo, 13 de septiembre). El trabajo todos los días: “el deber y el compromiso es comprarles”, refiriéndose al pescado que le venden los pescadores, “para que el pescador no se ponga ahí al frente del cañón” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
En la comercialización se debe tener en cuenta el aumento del precio, según la competencia y el aguante. También se tiene en cuenta que, los gastos van aumentando según la cantidad de mercancía que se venda “más pescado, más hielo…” y el del hielo entonces se lo vende más caro por comprarle más… Don César pone el precio del pescado, menciona que “si compró más barato, más gano… si la pongo a 4.000 pesos a mí no me suben… Ese es el comercio”, lo que hace es promediar “que no le pague barato, ni caro”... La elección del precio depende de “como estén comprando en Barranquilla” (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Por lo general, el señor Oscar pone los precios en la compra del pescado, dependiendo lo que el mayorista –Arturo- le ofrezca… El precio del pescado suele subir un poco más cuando hay mucha escasez del mismo (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
La diferencia en los precios del pescado de río y del embalse, se muestra en tanto que el de “río vale más, que la represa…” 10 libras de capaz le vale 90.000 pesos, mientras que 27 libras de mojarra del embalse le vale 90.000 pesos. También se debe tener en cuenta que la medida de peso de la mojarra es diferente, en tanto que considera varios tamaños; grande, pequeña y muy pequeña, la abundancia de esta especie hace que sea más barata en el mercado. El pescado de río dura menos tiempo conservado en hielo, mientras que “el de embalse dura más” –refiriéndose tal vez a la mojarra-... El Caloche se paga más barato porque tiene más espinas (César, conversación en campo, 13 de septiembre). El señor Oscar cataloga las medidas como grande (260 gramos para arriba), pequeña o mojarrin (200-250 gramos), llavero (180-200 gramos) y especial (muy grande) -más de la libra le da el nombre de “especial”- (lenguaje)... (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Habitualmente vende “por libra o pieza entera… o sea así como ese, vale 20 y ya”. Los precios varían según la especie: la libra de sardina a 15.000 pesos, la mojarra en 6.000 pesos, el bocachico a 18.000 pesos 20.000 o 30.000 pesos -depende el tamaño-, la sardinata y el sábalo se vende según el tamaño; y así mismo le pone el precio, y el capaz a 12.000 pesos la libra. (Andremio, conversación en campo, 26 agosto)
De la báscula al cuaderno
La forma que tiene para registrar las ventas de cada pescador, lo hace en un cuaderno; un cuaderno por cada pescador, y al final de la semana paga según esos registros. El hijo envía mensajes de Wapp donde informa la cantidad pesada por cada pescador, luego se registra en los cuadernos, y se paga según esos registros. Cuando olvidan registrar algo y el pescador reclama, por lo general se apunta lo que el pescador recuerde. También cuenta con un computador para hacer el registro. (César, conversación en campo, 13 de septiembre). El señor Oscar lleva una tabla que permite poner el nombre de cada pescador, el día, la especie de pescado, el tamaño y la cantidad pescada, lo que permite que tanto él como cada pescador, tenga las cuentas claras de lo que se pesca… (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Papel que da permiso
Tiene los papeles para la legalidad del negocio en orden. La AUNAP le ha otorgado permiso “para comercializarlo de aquí a Barranquilla”, el salvoconducto, al igual que la factura electrónica con la DIAN (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Como pescador el señor Oscar posee el carnet de la AUNAP autoridad nacional de y acuicultura y pesca desde el 2016, menciona que es la entidad encargada de regular las actividades de pesca, algunas veces que han ido a visitarlos se han llevado mallas que no son apropiadas para la pesca, también les explican a los pescadores que talla de pescado es la adecuada o permitida, entre otras recomendaciones. (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El oficio del comercio del pescado que hace el señor Oscar está registrado ante cámara y comercio, pero no tiene nombre, aunque le pusieron de cariño “Timopez” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Economía moral: economía de confianza
El pescado hacia Barranquilla lo lleva enviado hace 5 años, antes iba el señor César a hacer toda la venta, ahora lo hace el comerciante que espera el pescado allá. En la ruta de comercialización, una persona –de confianza y de mucho tiempo- le recibe el pescado en Barranquilla, donde se encarga de venderlo, y algunas veces, también vende bocachico, sardinata y dentón en Neiva, pero esta venta representa un porcentaje muy pequeño en comparación con lo enviado a las regiones costeras. El pescado, “se va fiado… vende y le manda plata… fiado el carro completo… hasta que venda la última cola de pescado”, significa que la inversión que hace el señor César se devuelve a medida que el pescado se va vendiendo. Para hacer esto cuenta con una base de 6 millones para cubrir el pago de los gastos, como la paga de los pescadores, del transporte hasta Barranquilla, entre otros “y funciona y me va bien”.... Cuando no ha habido plata el comerciante de Barranquilla le envía dinero prestado y viceversa. “Se puede llegar a pagar… entre 30 o 40 millones” en esta temporada baja, mientras que otras veces ha pagado “entre 100 o 120 millones” a los pescadores. El comerciante de Barranquilla le puede pedir pescado, si hay confianza “me envía la plata y –César- yo le envío el pescado… si usted me cumple a mí, yo le cumplo a usted” (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Respecto al pago del pescado al enviarlo o venderlo a otros mayoristas en otros municipios, el señor Reinaldo menciona que “a veces se paga de contado”, a veces solo le dan la mitad “porque no tiene toda la plata” –quien le recibe el pescado-, y le van pagando según como se venda el pescado (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
El señor César considera que es buena gente y amplio con el negocio “tome para que trabaje” –da dinero- y se pregunta “¿por qué se tuercen?... ¿por qué la gente es así?” –mira a Andy-. Porque Andy le pidió prestado hace unos días y no le volvió a llevar pescado, sino que se lo estaba vendiendo a don Arturo (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Encontré que el señor Andremio es muy generoso con lo que puede dar, pues cuando pasa alguien pidiendo comida, el regala pescado, yuca o plátano (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
Don Oscar comenta que hace poco le prestó su motor a un señor mayor que se le había dañado el de él, y como don Oscar no lo necesitaba como él, se lo prestó, pero en su uso lo daño, don Oscar dice que hay gente que es como “aindiado… como bruto, ordinario”, finalmente no le dijo que se lo pagará, porque el repuesto del motor vale lo que cuesta comprar un motor, y aunque el señor le dijo que se iba a endeudar para pagarlo, don Oscar sabe que la pesca no está dando en este momento, y sale mejor que el señor se endeude para comprar su propio motor, porque conseguir el repuesto es apenas una de las cosas que hay que hacer para arreglar el motor. Lo mismo ocurrió con sus mallas, se las regaló a su hermano, porque a él le conviene quedarse más en tierra, para recibir a los pescadores cuando llegan (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Casi no existe el regateo con los clientes, pero cuando ocurre él lo rebaja porque “uno sabe que hay uno más pobre que otro, y quiere, pero no le alcanza”. Entonces don Andremio acepta, dice que después le den el resto, pero sabe que no será así “uno cumple con hacer feliz a otras personas… por eso lo buscan a uno” (Andremio, conversación en campo, 26 agosto)
Lo justo del negocio
“Acá en esto se ganan moneditas”, se pueden ganar 200 o 300 pesos por libras, y hay que sacar para los servicios públicos: agua, luz, gas. Y a los trabajadores que manejan el carro, entre otros. No es como que “se está tapando en plata… pero lo importante es que usted gane” (César, conversación en campo, 13 de septiembre)
El volumen define el pago
Por experiencias previas, el señor Andremio decidió trabajar solo con efectivo, debido a un robo que le hicieron de 6 libras de mojarra –cerca de 100.000 pesos-, el dinero entró a la cuenta, pero después les apareció que el número no estaba registrado cuando fueron a sacar la plata “lo más de raro y a más de uno le ha pasado”. Intenta no fiar, porque por lo general no le pagan. Comenta el caso de un señor de un restaurante que le debe diez libras de pescado hace ocho meses (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Cuenta que hubo un tiempo donde un cliente le robó “como cinco millones”, “todo negocio, como da, también quita” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). La señora Gina considera que “trabajar fiado no es trabajar”, porque lo que hace es perder el cliente, la plata y el trabajo de ella misma. Solamente le fía a 1 o 2 personas que sean conocidas “dijo el otro, casi familia” –y entre todas las personas, en ese momento se refería a alguna de las mujeres que habían pasado a saludarla en medio de la charla-. De las demás personas, comenta que no tendría ningún tipo de información que le permitiera dar razón después de la persona –que le permita tener seguridad para prestarles- (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
Es habitual que el señor Oscar maneje las finanzas por transferencia “para no andar con efectivo”, y menciona que no suele hacer trueques como forma de pago (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El que fuera pescador y que pagaba de una vez “en efectivo” le traían el pescado, también lo ayudó a que lo reconocieran como una persona en quien confiar. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto)
El papel del comerciante puede ver como alguien que está entre el agua y el mercado. Esta transición implica que el pescador ha acumulado conocimientos no solo sobre pesca, sino también sobre mercado, clientela, manejo del producto, redes comerciales, etc. Esa sabiduría híbrida puede considerarse parte de un saber patrimonial en transformación. Este paso puede ser una estrategia de adaptación o re-existencia: el pescador encuentra otra forma de sostener su oficio sin cortar del todo su vínculo con el río.
Frente a la temporada del embalse, menciona que “depende”, ya que, a veces está abajo y sube, por lo tanto, sale el pescado, y a veces está arriba y baja, y también sale el pescado. En relación a las temporadas comerciales, se menciona que la Semana Santa es la época donde más pescado se vende y al mejor precio. Por lo general, las ventas fuertes empiezan desde el jueves, viernes y sábado, antes del domingo de ramos (Gina, conversación en campo, 19 agosto). En época de Semana Santa, la libra del pescado puede llegar a subir 1.000 o 2.000 pesos, después de esta semana “cuando baja, a veces queda más debajo de lo que queda normalmente” (César, conversación en campo, 13 de septiembre). En el caso de don Andremio: sostiene los precios en temporada de semana santa, lo que genera cierta fidelidad o preferencia de los clientes en el momento de elegirlo (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). En época de Semana Santa, la libra de mojarra varía entre 3.500 y 4.000 pesos en la galería de Garzón, ya que todo el pescado sube de precio (Gina, conversación en campo, 19 agosto). El precio del pescado solamente sube para Semana Santa –un aproximado de 500-800 pesos en el Barzal- de lunes a viernes, porque el sábado es más suave “y el domingo peor”, que se menciona por don Oscar como la única semana donde la venta del pescado es fija y en abundancia (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Reflexión: creencia religiosa y económica: se vende pescado, porque en la biblia dice “pescado tal día por tal cosa”, por tanto, se podría pensar que sin esa creencia, no habría una única semana de venta de pescado constante, donde todo sube y todos buscan ganar de eso esa semana.
La señora Gina menciona que, por lo general, cuando un año es de apogeo o de subienda (lenguaje) el siguiente es un año muerto… “Este año ha sido duro”, cuenta la señora Gina al hablar de la pesca en el río. (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Cuando se pasa de tener una temporada escasa a una de abundancia en pescado, de una semana para otra “el estrés… dura la primera semana”, porque no hay a quien venderle “¿a quién le llevó?”, y la base se le acaba. Aun así, le gusta que haya harto pescado “porque hay plata para todo el mundo”. Las señales pueden ser relativas, antes cuando la represa subía aparecía el pescado… Otra manera de darse cuenta es porque “los pescadores dicen”, y también “si llueve días seguidos es obvio que va a subir”, y “cuando llueve por la cordillera… se llena la represa”. Cuando el nivel del agua baja es porque se abren las compuertas de la represa… Cuando la temporada está muy mala, que sale poco pescado –como ahora- “… es más caro… se le sube el pescado al pescador”. El pescador Andy menciona que “en los 10 años que llevo pescando… solo 2 veces que en agosto está el embalse al 80%” indicando que en ese momento el embalse estaba casi lleno (César, conversación en campo, 13 de septiembre).
Haciendo memoria de las temporadas del buen pescado antes y durante el quimbo, se habló de las alteraciones en el agua. Por un lado, cuando el agua sube hay invierno para el pescado y este empieza a desovar -con lo que interpreto que no se ve mucho el pescado-, las plantas de la represan sueltan mugre con el que se alimenta el pescado, a veces esto se da porque el Suaza crece y el embalse se llena (antiguamente cuando subía el embalse también se encontraba buen pescado). Cuando el agua de la represa sube y baja “el pescado pierde la estación”, porque la arena se revuelca, el agua se pone turbia y el pescado se esconde – o sea, se ve mucho menos pescado-. Indica que, cuando empieza a subir o bajar gradualmente, el pescado: “a veces sale otras veces no”. Y menciona que cuando el embalse baja su nivel de agua, es más fácil encontrar el pescado, porque se reduce el espacio, les falta el oxígeno porque el agua se calienta más rápido y el pescado debe salir “se rebusca”. Por lo general también surge en verano, la reproducción más rápida de una “pepita blanca” que sale de la planta invasora que no los deja navegar, que hace parte de la alimentación de la Mojarra. Un pescador menciona que ahora el agua está fría, que cuando el agua se empieza a calentar la mojarra tiende a salir, para calentarse. Don Oscar dice “en este momento mojarra no hay porque está desovando” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Reflexión: Adaptar el saber pesquero al nuevo entorno también puede formar parte del patrimonio, ya que refleja resiliencia y continuidad cultural. Por otro lado, es un conocimiento basado en la observación del comportamiento del agua, los peces y las condiciones climáticas, no necesariamente aprendido de forma académica, sino a través de la experiencia vivida.
Respecto al tema de las lluvias, recuerda que antes se conocían los meses de lluvia, eso ha cambiado porque este año llovió hasta junio, mientras que antes llovía en octubre, noviembre y diciembre (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El señor Reinaldo contaba que a veces salía nicuro en temporadas de subienda, “más económico”. Antes, las subiendas de esa especie eran anuales… (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). …Que el peje aparece en octubre y la carpa es poco apetitosa por ser muy simple en su sabor (Gina, conversación en campo, 19 agosto). En cambio ahora: “no hay subiendas… Un día sale, otro no”, el señor Reinaldo menciona que antes se podía pescar cerca de 200 libras, mientras que hoy a veces se logran 10 libras. Incluso, “a veces no se coge nada para el consumo personal” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Creencias del agua y la siembra
Se considera que “el pescado es como el oro… plata en efectivo donde sea”. También se cree que el pescado de río es de mejor sabor porque “come muerto” y prefieren comprar de lago (César, conversación en campo, 13 septiembre). En cuanto a las apreciaciones negativas, recuerda que algunas personas señalan que “todo lo criollo es sucio”, como el capaz, del que se dice que “chupa muerto”, refiriéndose a que esta especie se alimenta de seres en descomposición (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Respecto a las creencias en pescados, a veces “medio se le mira números al pescado” –números que se piensa pueden traer suerte-. Por otro lado, está el capaz, que cuando se comercializa “trae plata, porque es plateado… plateado como la plata”, entre tanto, se considera que “el que siembra plátano…plata no” –aleja la plata- (Reinaldo, conversaciones en campo, 28 agosto).
Para Reinaldo el Magdalena representa el país: “Se representa un río, que representa una parte del trabajo… porque de aquí, del río, vivimos muchas personas”... Con las desviación que hacen en el Paez, considera que el río podría meterse dentro de la tierra, y volver a salir más adelante. -Se percibe que el entrevistado habla del río como un ente vivo, con características y diferencias entre otros ríos, como si pensara y decidiera- (Reinaldo, conversaciones en campo, 28 agosto).
Dios y pez
Frente al tema de las creencias religiosas, menciona que hay que pedir a Dios por el bien de él y del otro… No se identifican creencias frente a los mismos pescados “pues a mí nunca me ha dado nada y yo he cogido harto y hecho número y… atrapo el pescado, demás no” (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). “¿Saldrá el pescado?” eso es más “cuando mi diosito le quiere mandar a uno” (César, conversación en campo, 13 septiembre). Aun así, en lo relacionado con quién saca más pescado, según el lugar del río, eso es “Dios y suerte”, porque a veces va un pescador y no saca, y va el otro pescador al mismo lugar y sí logra capturar buena cantidad de peces. (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
Para la protección de su familia, le da gracias a Dios todos los días: “por el día y el descanso”, así como también los proteja de gente envidiosa. (Reinaldo, conversaciones en campo, 28 agosto). Comenta el caso de un señor de un restaurante que le debe diez libras de pescado hace ocho meses. A pesar de ello, dice “esas son bendiciones” (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Cuando se le preguntó sobre creencias relacionadas con la protección del puesto o para asegurar buenas ventas del pescado, doña Gina se río y el hijo pujo. La señora Gina explicó que sus hijos le decían que ella era muy agüerista, porque suele lavar el piso del puesto con jabón Rey, agua bendita, canela y clavos, para librarse de la envidia y brujería de las hermanas vendedoras de pescado de lago. Si no es en la misma mezcla, aplicaba después café con canela “eso atrae la clientela”. Además, insiste a sus hijos que no digan “esto está solo”, sino que debían pensar en positivo para atraer a la gente. También describió que, a las 5 de la mañana, cuando se levanta, se pone la bendición y acostumbra agradecer por el día, por su vida y por el trabajo de los pescadores, luego se levanta a continuar con su rutina (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
El río y sus relatos
En medio de su narración, menciona: “La represa es una maldición… lloré por el río… Eso fue peor que si nos hubieran matado a la mamá”, señalando todo el sufrimiento y los sentimientos asociados a la pérdida del río Magdalena y a su forma de vida junto a él (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). En algunas de las conversaciones con varios pescadores, uno de ellos mencionó que lo más grande que ha llegado a pescar han sido cachamas de 25 -27 libras “la última que cogieron allá arriba fue de 42 libras” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
En uno de los estudios de la represa para tener conocimiento de las especies del embalse, se encontró a 80 metros cardumen de pescado. También se han llegado a encontrar carpas de 32 libras. Dentro de sus anécdotas aparece que se han encontrado mojarritas redondas, como en forma de corazón, es como algo fuera de lo normal, que además pareciera como si no tuviera ojos “nosotros le decimos enana”. Otro pez que han visto diferente, es uno que tiene la boca como si fuera un labio leporino y suelen salir muy gordas en el lomo “tienen un rotico muy pequeñito, y no sé cómo harán para alimentarse, pero gordas sí salen” –menciona un pescador-. Otro pescadito que se encuentra en el embalse y que es conocido por meter en los acuarios son los llamados oscar, que por lo general tiene un color más vivo y formas particulares que sobresalen en el pez, –puede valer 15.000 pesos-, también es un pez muy baboso. A un pescado pequeño “que son como de colorcito así con unas pinticas” le llaman payaso (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
El señor Oscar menciona que antes -los abuelos pescadores- solían cargar con aguardiente para el frío y la buena suerte para la pesca. O podían dejar media de aguardiente “en una piedra y un tabaco” para que el mohán fumará y se emborrachará y los dejara pescar (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Don Reinaldo mencionó que, en algún momento, la cacica “la Gaitana” se les apareció en las instalaciones de la empresa: “Cuando yo trabajaba allá… como ellos dicen que esos terrenos son encantados, como yo trabajaba cruzando gente ahí en el Quimbo, ahí en la represa, cuando tumbaron el puente… entonces yo me hice mucha amistad… Y había uno que él decía que era que estaba allá dentro de la presa, era donde estaban haciendo la vaina para la desviación del túnel y haciendo la zapata para los muros y todo eso… se les aparecía a todos día y noche se les aparecía, como queriendo decir ‘no hagan eso, porque eso va a hacer un desastre’, que ojalá dios no lo vaya a permitir. Y el man decía que ellos salían a almorzar, y cuando volvía, venían y encontraban la máquina hundida por ahí 2 o 3 metros.” Compartió una imagen en blanco y negro, donde se puede ver una figura humana con un aparente vestido blanco, cabello liso y largo, al fondo de la sala. También menciona que, en la pata del muro ha aparecido “un drenaje en la empresa que esa gente no se ha podido taparlo, no ha podido, no ha podido, y no podrán” (Reinaldo, conversaciones en campo, 28 agosto)
¿Qué cambió?
El comercio del mayorista César inició casi al mismo tiempo con el proyecto hidroeléctrico: Recuerda haber perdido 20 millones, porque “compró y no la pudo vender”. La represa “obligaron a la gente a volverse pescadores” cuando antes tenían lotes de arroz, eran agricultores y vivían de los cultivos dados por las tierras inundadas… El joven David comenta que con la llegada del Quimbo se incrementó el comercio de pescados (César, conversación en campo, 13 septiembre). Me comentó que ellos eran jornaleros, “a raíz del genocidio del Estado colombiano…” se convirtieron en pescadores artesanales. En aquella época todos tenían trabajos diferentes en las zonas inundadas por la represa, eran fincas y podían ubicarse espacialmente con los nombres de los lugares (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
La señora Gina cuenta que hace 10 años pasaron de ser jornaleros –refiriéndose a ella y su esposo- a convertirse en “pescadores por obligación”, desde que empezó el embalse en el 2015 (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Los pescadores de río –los más antiguos- se refieren a los pescadores más recientes como “pescadores de chuquio”;se toma de forma graciosa, indicando que es como un apodo asignado a las personas que aprendieron a pescar debido al desplazamiento de las tierras donde trabajaban por ser inundadas (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
El señor César cuenta que cuando llenaron el Quimbo, la gente decía que “supuestamente estaba contaminando” el pescado y tenía un “sabor feo”, las mismas especies que se venden hoy en día, nadie las quería comprar. Con el tiempo el negocio fue mejorando (César, conversación en campo, 13 de septiembre). Pero por causa de la represa, el nicuro no alcanza a llegar hasta esta parte del Magdalena. “no según su ruta” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto)
Estaba en proceso de hacerse la represa cuando llegaron. El proyecto de la hidroeléctrica empezó y dejó desocupadas unas tierras en ese sector; escucharon de alguien que podían irse para allá, y, junto con un familiar –un hermano-, limpiaron y dividieron. También arrendaron una casita para que la señora Luz pudiera recoger el pescado, mientras lograban hacer su casita. Ambos eran conscientes de que eran tierras ajenas: “estamos en predios del río, por eso somos invasores”, menciona… Hubo un momento en que la alcaldía de Gigante los desalojo: les tumbaron las matas y la rancha. Esa situación les sucedió a varias personas. Recuerdan ese momento con mucha tristeza, sobre todo por las marcas que dejó en su familia: “no mamá, si esto es trabajar…”. La señora Luz Gelin piensa que la situación “le daño el pensamiento” a su hijo mayor… Además, muchas personas que vivían en las vegas del río, tuvieron que irse por “causa del monstruo de aquí arriba”. Cuenta que hubo una mujer en Domingo Arias que se resistió a que la sacaran de su casa, pero “a las malas la echaron…” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). El señor Reinaldo cuenta que antes, cuando solía pescar, se iban hasta domingo arias o un poco más allá, y empezaba a bajar hasta llegar a Puerto seco. Subían con las canoas en camioneta y bajaban por el río (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Recuerda que la última vez que hubo una época buena en la pesca fue hace 16 años “fue la última vez que pesqué en el río”. Ahora, en el embalse se suele encontrar mucha sardina y madre de bocachico, que no son pescados que se comercialicen mucho… El señor Andremio narra que, antes de la represa se podía pescar bocachico, capaz, sardinata, peje, cucha y mojarra. Él solía pescar en el río, donde podían salir cerca de 3 arrobas, mientras que ahora se consiguen en menos cantidad: máximo sale una arroba, o no se consigue nada, y se pierde el trabajo. Antes se encontraban canecadas de capaz; ahora si se encuentra uno o dos peces es mucho, “antes se sostenía uno con el pescado, ahora no”... Comentaba también que antes se podía pescar con atarraya, ahora no, porque no se puede acceder con facilidad a las orillas del embalse (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Cuando empezó lo del Quimbo, se encontraban carpas con tan solo 6 metros de malla (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
¿Y durante el camino?
El puesto artesanal lo obtuvieron hace 4 años. Antes estaba ubicado en otra esquina de la galería, con una sombrilla. El lugar donde están ahora lo otorgaron para comerciantes de pescado al igual que ella, pero por no pagar impuestos y no dejar limpio el lugar según las recomendaciones de la entidad de control –carabineros-, la mayoría de pescadores comerciantes perdieron el puesto por no cumplir con lo requerido (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Según la señora Gina, el señor Guillermo, no quiso seguir teniendo un puesto en la galería, porque no le salía quedarse todo el tiempo en un solo punto, y pagar por las veces que estaba y las que no, además de tener que pagar impuestos, así que decidió seguir vendiendo su pescado a pie (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
Esta situación está inmersa en el conflicto desde la plaza de mercado, y como ésta terminó expulsando o excluyendo a los pescadores artesanales de la posibilidad de vender su pescado en la plaza, por medidas, normas, condiciones de permanencia, etc.
También se menciona que hubo una época donde los pescadores solían pescar en la quebrada de Garzón. Esos pescados solían oler o saber a caño y petróleo (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Cuenta que antes la pesca solía ser mejor, porque el embalse mermaba y salía mucho pescado, o cuando subía el nivel del agua, el pescado arrimaba a las orillas, pero ahora “ya no puntea” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Así como han cambiado los tipos de pescadores, también ha cambiado la temporada de pesca, que ya no depende solo del río, sino del embalse (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
¿y cuanto empezó valiendo el pescado?
El precio de la mojarra empezó de 1.500 pesos para la libra de mojarra grande y de 800 pesos para la libra de mojarra pequeña “en el 2015… 1.600 el pescado”, ahora entre 3.200 y 3.500 la mojarra grande, y entre 1.500 y 1.700 la mojarra pequeña. “Siempre han estado las mismas especies” que cogen en la represa y el río: dentón, mojarra negra, carpa, pataló, capaz, bocachico, peje, sardinata, mojarra común, cuchas, zapateros, caloche (César, conversación en campo, 13 septiembre). Antes, mientras la gente se relacionaba con algunas especies, se vendía el pescado más barato. A medida que el precio ha subido por diferentes situaciones –como los paros, la pandemia, entre otros-, este se ha mantenido en el mercado una vez que sube (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
¿Cómo dejaron a la gente?
“…claro mucho sufrimiento… como siempre le digo yo: han sido unos ladrones”. Una vez lo sacaron de sus tierras, tuvo que empezar a pagar arriendo y, con un ahorro, compró 400 canastillas de banano para transportar a Bogotá. En algún momento se le quemó la casa y todo lo que tenía ahí: dos motos, papeles y plata se le quedó en el incendio, por lo que tuvo que empezar desde cero (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
“Antes del proyecto del Quimbo era muy bueno… o sea el río no, no tenía, no teníamos esa problemática con el río como ahorita… en el caso de estas matas, uno no sufrió; usted ya lo que más pensaba era en las crecientes de agosto, de agosto no, las sanjuaneras, que son las crecientes que de por si se vienen grandes. Eran las únicas que se venían cada año… de resto por aquí no. Pero ahorita, ya con esta problemática del Quimbo, no, porque ellos a cualquier rato hacen una descarga, y el Páez está grande, entonces se ya se desborda totalmente el río… Entonces, por lo menos estas matas, hay compañeros que ya los pedazos que tenían de plátano, ya no pueden…” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Los pescadores que habitan en la zona, “se van en canoa para las ranchas”, -que son hechas en caucho y zinc-. Ahí no tienen servicios públicos en la orilla del río, y cuando presencian las crecientes, tienen que tomar lo que más puedan y salir (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Respecto a las redes, pescar actualmente con el chinchorro “no corre… el río no deja”. Antes, en el río se encontraba el pataló, la cachama, el peje, cachama grande, la sardinata; aunque de está aún se encuentran pescados grandes, narra también que antes se podían encontrar pescados de 10, 12, 15 libras o hasta 1 arroba (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). El lunes de esa semana, el nivel del río estaba súper bajito; parecía “una quebrada en verano”. Don Reinaldo reflexiona sobre las especies de aves que antes frecuentaban por el río: “ya no”, como los patos, las garzas, los gansos, los loros… y también algunos árboles. La fauna migró hacía arriba por las condiciones actuales del río: “Si se acaba el río, los animales también se van… ahora no se ven los loros” –señalando los árboles que estaban arriba de nosotros-. “Como uno, usted va buscando otro futuro, otra parte… esa es la problemática que tenemos acá en el Huila” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
¿Qué nació?
También recuerda que conoció a su esposa en una de las manifestaciones del Quimbo, por el 2012: “lo que es pa uno, es pa uno”, ella venía de Bogotá a velar por una tierra que tenía en Gigante, y en el bus se conocieron (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
En sus reflexiones él paso del agro al agua, pese a que el cambio de trabajo es “casi que lo mismo, porque se desarrolla con el campo” al ser el agua, “antes un poquito mejor”... Actualmente se ve mucha mojarra negra, también conocida como tilapia brasileña, esta especie ha sido introducida por la represa del quimbo. El señor Oscar reconoce que, pese a ser infiltrada es el “sustento de nosotros” en el oficio de la pesca…(Oscar, conversación en campo, 21 agosto). La casa en la que viven actualmente en la vereda de Majo fue construida con el trabajo del río, ya que le pudo añadir plancha, enchapado, 2 cuartos en la parte de atrás, y cuando les va muy bien en la venta, va con la familia a comer en el corral del loco –porque si hay algo en lo que le gusta gastar la plata es en comer-. Una camioneta ubicada en el lote vecino le pertenece al señor Oscar (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El señor de la finca donde estaban viviendo en arriendo falleció; los hijos revendieron, y don Reinaldo pudo hacerse a la parte del terreno que ya estaba habitando. Con el tiempo, se montaron en el negocio del restaurante –llevan 5 años con el restaurante–. Ya metidos en el cuento, les tocó endeudarse y empezaron a sacar el proyecto adelante, hasta la fecha. Con el tiempo empezaron a hacer otra casita –que era donde estábamos escuchando la historia–: “El poder de Dios fue el que nos dejó ahí” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Se encuentran adaptaciones o estrategias de toda clase. A continuación se mencionan algunas estrategias de sobrevivencia, resistencia o adaptación de las diferentes situaciones de los comerciantes.
El señor Reinaldo comenta en el escenario de despojo de sus tierras que: las matas que habían sembrado eran un aproximado de 5.000 colinos –que se los había vendido el dueño de las tierras donde estaban-. El señor Reinaldo cortó las matas bien, para que volvieran a brotar. Al parecer, solo cortaron partes de arriba de las plantas, no las arrancaron de raíz (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Actualmente: en las orillas del río se observan los cultivos de plátano sembrados, tanto los que el río se ha llevado e inundado, como los que aún prosperan. Suelen cultivar plátano porque es más fácil que otros cultivos (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Acerca de las reflexiones que hace el señor Reinaldo sobre la problemática con el Quimbo, dice: “si nosotros fuéramos de buen pensar hacia los hijos y nietos, deberíamos pedir que la represa se desmantele… ¿por qué ellos no hacen eso en la tierra de ellos?... buscan tierras más débiles” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Esto puede ser leído desde cierta reivindicación política.
El señor Reinaldo comenta que el haberse vuelto comerciante le gustó, y que “se desestresa del río”, porque siendo pescador un día es incierto: se puede coger pescado como no hacerlo, por eso decidió cambiar su labor… Frente al negocio del comercio de pescado: Aún así, se ha sostenido en el tiempo, aunque “ya no es lo mismo” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Aquí se evidencia re-existencia.
Los procesos del señor Oscar, aparecen desde el Quimbo. Narra que al principio solo llevaba su pescado, y les compraba a dos a tres pescadores para venderlos a los comercializadores grandes, en un momento empezaron a decirle que debería comprar todos los pescados para que los pescadores no tuvieran que irlos a llevar, por la inversión en gasolina y tiempo, y por ahí empezó su negocio: “como no había quién…” él lo hizo (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Se hace la lectura desde la re-existencia. En medio de tensiones con la empresa y como proceso de resistencia: alguna vez don Oscar les dijo que si les seguían haciendo desbaratar las cosas “me hago una casa flotante” con plancha de madera y techo, pues ahí sí podía estar porque el agua no era de la empresa sino “patrimonio cultural de la humanidad… si el dueño no sabe” y fácilmente se puede poner en cualquier parte, “entonces no nos acosen, no estamos invadiendo” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Algunos procesos de adaptación en medio del nuevo oficio, se explica desde la presencia de los pescadores: Para asegurarse de que las cuentas se ajusten, algunos pescadores suelen tomar fotos del peso del pescado, con el fin de que coincidan con las cuentas de la planilla de don Oscar al finalizar la semana, esto se implementó para evitar malos entendidos “y lo que está escrito, escrito está” –aclarando que en ocasiones se han presentado reclamos por confusiones en las cuentas, y que por lo general se arreglan rectificando en la planilla- (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Explica que algunos pescadores prefieren que les paguen los sábados; día de hacer mercado, mientras que otros si gustan de recibir el dinero de una vez (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).También podría significar una forma de “nueva organización” según las dinámicas del entorno, es decir, los sábados porque es día de mercado, la elección del pago de los pescadores, entre otros.
En medio de las adaptaciones de la competencia en el negocio: el señor Oscar menciona que por esos momentos dejo de pescar, porque tenía que mantenerse en tierra para que cuando llegará un pescador de revisar las redes, no escogieran a uno de los comerciantes de Hobo por no encontrar a don Oscar (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Otra adaptación que tuvo que hacer se refiere a la adquisición de un vehículo más adecuado, para las cantidades de pescado que empezó a manejar: menciona que tuvo que cambiarla por un termo King, porque necesitaba conservar el frío del pescado (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Don Oscar ha tenido cambios personales debido a la represa, y al cambio de su oficio: “Todo ha salido de aquí del charco”, menciona el señor Oscar, pues aunque realizó un proceso de lucha y resistencia ante la hidroeléctrica, considera que le ha servido “es dónde sale el sueldo…” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). Esto también permite una lectura desde la adaptación por sobrevivencia.
El escenario de la señora Gina, se refleja en la galería de Garzón, todas las adaptaciones y cambios que ha tenido, han sido después del Quimbo, que es cuando entra en el oficio del comercio.
El asunto con el puesto artesanal donde ella vende su pescado: aparece cierta resistencia en aceptar una de estas instalaciones, porque le implicaría pagar más por el uso de ese espacio. Por lo tanto, se presentan dos actitudes: la primera se refiere a quedarse en la caseta artesanal, argumentando que la gente la ubica ahí y así está mejor; y la segunda indica que, de aceptar un lugar –diferente al de las hermanas que venden pescado de lago en el sector de las carnes- deberían dejar que vendiera otro tipo de productos, como verduras además del pescado, para justificar el pago del puesto (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
Respecto a adaptaciones aprendidas en el oficio: menciona que les han enseñado cómo mantener el pescado frío y fresco, desde que se pesca hasta que se vende. Entre algunas recomendaciones que les dieron, me comentó que la gente no debería manipular el pescado, porque “otro se lo lleva manipulado”. Es por ello que la misma persona que vende es quien debería ser la única que toque el pescado, y para esa actividad se deberían usar tapabocas y guantes, que por lo general solo lo implementan en Semana Santa, cuando sanidad, los carabineros y la policía están monitoreando constantemente la venta de alimentos (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
Esta indicación se contradice, con la conversación de consumidores del grupo focal, que indica que se debería poder tocar el pescado para poder reconocer que está fresco. Así que, es como una adaptación que contradice esa sabiduría o posible patrimonio cultural.
Otro estrategia de venta encontrada en las narraciones de la señora Gina: por lo general el precio del pescado es estable, y que en su caso, ella suele llamar a uno de los comerciantes mayoristas haciéndose pasar por pescadora, con el fin de averiguar el precio en que están vendiendo el pescado, para poder igualar o acercarse a los precios que se establecen cada tanto (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
Como elemento de resistencia, se identifica en el apoyo mutuo encontrado en el trabajo de la señora Gina y don Oscar: Mientras tanto, en este año duro, el puestico en la plaza de mercado les ayuda mucho (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Según la señora Gina, a veces “los pescados se pierden” en los momentos más comerciales del año. En esos casos, ella prefiere comprar pescado a mayor precio a otros vendedores, con el fin de ganarse así sea 2.000 pesos más, “para aprovechar” la buena venta de esas semanas (Gina, conversación en campo, 19 agosto). Con esto no solo intenta vender para ganar así sean 2.000 pesos, sino que mantiene la oferta de pescado de río en el mercado, se entiende como una forma de preservar una práctica cultural. Usa redes de confianza y conocimiento tradicional, busca a pescadores, eso activa un saber estratégico y comunitario, no solo desde una lógica de mercado. También fortalece el vínculo con el territorio y apoya una economía tradicional. Indirectamente y no sé si conscientemente, resiste a la sustitución de pescado de río, por pescado de cultivo o congelado.
Las estrategias adaptativas del señor Andremio, se presentan en su oficio como pescador y comerciante: Ahora está buscando ahorrar para comprarle un motor a la canoa y poder moverse más rápido (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Refiriéndose a la sardina: que es un pescado que nadie pesca, solo él para los remedios (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Cuando hay poco pescado, suele reservar de los días buenos para sostenerse en los días duros, pues en su casa debe responder por el arriendo del lugar donde viven, la comida, cuidar a su esposa y la madre de su esposa (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). También vende plátano, que deja tapado en su puesto una vez se va a descansar. Hasta el momento no paga por el puesto que tiene en la plaza de mercado (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
Algunas acciones de resistencia, se muestran cuando: tampoco le compra pescado a sus compañeros, lo cual es difícil para él, porque él conoce el trabajo que hay detrás de la pesca: “sé que es sufrir”, y no considera bueno pagarles menos por el pescado (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Es otra de las consideraciones por la cual el señor Andremio ha decidido no venderles a los comerciantes de pescado: porque los revendedores le sacan más provecho al pescado que los mismos pescadores que lo capturan (Andremio, conversación en campo, 26 agosto). Fue a participar del paro de pescadores (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
El señor César, como mayorista, ha aprendido que: En el momento en que decidió ponerse a vender pescado, solo empezó a comprar y se fue a vender, por irse detrás del trabajo. “Siempre fui comerciante… antes vendiendo agua en bolsa, quesillos…” etc. El oficio de vender cualquier producto “a mí me lo enseñó la vida” (César, conversaciones en campo, 13 septiembre). En el conocimiento del pescado, tampoco le quitan la escama porque “la escama preserva más” (César, conversaciones en campo, 13 septiembre) Con el fin de que le dure más el pescado en medio de su largo trayecto. Frente a asuntos legales del negocio: De no tener estos papeles al día, en el camino le podría ocurrir “el decomiso del pescado”, o en su defecto, si lo hace la policía, para dejarlos pasar con la mercancía, tendrían que negociar con dinero “pero sí, dinero” (César, conversaciones en campo, 13 septiembre). Todos estas características desde una perspectiva adaptativa del negocio del comercio.
Alguna posible re-existencia reconocida por el mayorista: Según el señor César, la gente pesca, pero “no saben atarrayar… pero usted necesita su trabajo, usted aprende… Mucha gente no sabe ser pescador” (César, conversaciones en campo, 13 septiembre). Por lo general, los sábados se pueden encontrar a la mayoría de pescadores en la casa de don César, porque vienen a venderle el pescado, esperando recibir dinero para hacer el mercado de la semana, entre otras cosas (César, conversaciones en campo, 13 septiembre).
Historia de despojo
El señor Reinaldo comenta que, cuando la multinacional socializó el proyecto de la represa a la comunidad, “ellos firmaron y no miraron”. No consideraron los efectos negativos que se generarían al manipular el río, y aunque se realizaron capacitaciones, no se socializaron con la comunidad: “Tenían que venir al Huila…”. Solo llegaron a hacerles firmar los papeles que decían que la comunidad estaba de acuerdo. Les dijeron que iban a recibir mucha plata: “cogieron a la gente por lo débil, por plata”, pero finalmente se quedaron sin las tierras y “la afectación de río abajo” es permanente, llevando consigo a pescadores, mineros, agricultores a perder o desestabilizar su trabajo: “el Magdalena sí se nos acaba”. “Ahora se la pasan lagarteando con la empresa ¿para qué?, tenían que pelear era antes”, dice... En medio de la represión en la que intentaron desalojarlos, hubo personas que lograron grabar lo sucedido, pero las grabaciones quedaron en manos de Asoquimbo, que finalmente no las quiso entregar. Por tanto, no se pudo realizar otro proceso legal en contra del desalojo, y sin pruebas no podían hacer mucho (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Y dejaron en pie las plantas que tenían bellota y las paridas (lenguaje), con la promesa de que, cuando terminaran de dar su fruto, vendrían a terminar su trabajo. “Y no volvieron”, dice. Se menciona que fueron cerca de 500 hombres del ejército y trabajadores de la policía haciendo ese ejercicio con guadañas y motosierras, acompañados de la Defensoría del Pueblo, la Cruz Roja y la ambulancia (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
La afectación del Estado se presentó en al menos 5 municipios del departamento, recuerda que en el 2012 o 2013 EMGESA compró algunas fincas, el señor Oscar en su proceso de lucha y resistencia estuvo en contra de la empresa. Entre sus memorias de lucha narra cómo en uno de los paros que realizaron, él terminó con un diente partido y uno de sus compañeros perdió un ojo, tras todo recibió una indemnización, pero el señor Oscar pensaba que la pérdida de un miembro no podía ser compensada con dinero (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Cuando empezó el desplazamiento de los habitantes de los territorios comprados por la empresa, cuenta el señor Andremio: “Eso nos desplazaron muy feo, porque a nosotros nos desplazaron con gases, nos tumbaron las casas. Por ejemplo, a mí, la casa que tenía yo en la finca… allá llegaron esos, la policía, todos esos fueron allá… al vecino casi lo matan. A nosotros fueron y nos tumbaron el rancho a pura pica, hacha, a machete. Yo allá tenía cacao, plátano, ganado… pasto de corte, molienda, y todo eso lo perdí… yo no recupere nada, porque todo se lo llevaron ellos… claro mucho sufrimiento… como siempre le digo yo: han sido unos ladrones” (Andremio, conversación en campo, 26 agosto)
Explica que al Quimbo no lo limpiaron antes de inundarlo, refiriéndose a los árboles grandes, y esto quedó “contaminado por los palos de abajo”. El pescado entonces “sabe a tatamato… una que otra” en ese momento – el tatamato es un árbol- (César, conversación en campo, 13 septiembre).
El vacío de la compensación
El señor Reinaldo estuvo en los paros desde que se fundó Asoquimbo, entre el 2014 y el 2015. Aún así, de Asoquimbo ni de la alcaldía han recibido nada, pese a que son socios de Asoquimbo –y el señor Reinaldo menciona que fue uno de sus fundadores- (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). Afirma que “compensaron y compensaron mal”, porque no se aseguraron de que las personas que registraron en uno de sus censos fueran verdaderos pescadores, sino que tuvieron en cuenta a gente que no hacía parte del oficio (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). En medio de los procesos de resistencia del Quimbo, la alcaldía de Gigante brindó ciertos auxilios a las personas afectadas que estuviera vinculadas a asociaciones, el señor Oscar pertenecía a la Asociación Veracruz, pero no lo incluyeron por no cumplir con los requisitos para recibir el auxilio (Oscar, conversación en campo, 21 agosto). El señor Andremio menciona que hoy todos aguantan hambre después de la represa, porque no hay ayudas por ningún lado; ni de la multinacional, ni del Estado, y aunque la situación es dura “de hambre no se muere uno”. Cuenta que él tenía un pedazo de tierra del cual tiene las escrituras públicas y aún no le han respondido por eso “nada, ni siquiera para una libra de arroz”. También comenta que el Estado no le ha ayudado por ningún lado, ya que varias veces ha intentado postularse para tener una casa, y el proceso nunca se le ha dado (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
Con un tono de indignación, comenta que la empresa de la represa les quitó las tierras, y ahora les quieren quitar la pesca: “y es que no nos quieren apoyar… pida respuestas y respuestas y no le solucionan a uno nada”. Su relato se da en medio de un proceso de paro de pescadores, en donde su esposo estaba en medio de vueltas de llevar unos papeles para continuar con el proceso de lucha del Quimbo. Ella contaba cómo han estado más de 8 años en procesos legales, esperando respuestas por parte de Enel-Emgesa, y en reactivar de una u otra forma sus exigencias (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
La tajada más grande del pastel
Aparte, se menciona que, cuando estaba trabajando en la construcción de la represa, se encontró “así por el túnel, eran las sipas de oro” –muchísimo oro–: “esa represa se pagó solita”. Asegura que metían ambulancias para sacar el oro que encontraban, con el fin de no tener que registrarlo y poder tomarlo fácilmente: “Nosotros acá en Colombia lo que pisamos es oro… ellos sí explotan, nosotros no” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Las empresas que se beben la vida del río
Esta variación -disminución de especies e incertidumbre en las temporadas- o desconcierto en el río se deben, entre otras muchas razones, a los cambios generados por la represa (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto). El señor Reinaldo menciona: “hoy se ha acabado el pescado…”, y considera que las causas son por la arena, la sedimentación: “el río tiene mucha arena”, que bota por la manipulación que hacen de este en el momento de cambiar su curso para tomar la arena en el río Páez. Esto también ha hecho que la profundidad del río haya disminuido. Por ejemplo, ahora el río tiene 2 metros de profundidad; antes tenía 12 metros. Esto lo sabe don Reinaldo porque las mallas que ponen después tienen casi que desenterrarlas del río; en lo que van a poner una malla en otro lado y regresan, la primera malla ya está metida en arena. Consideran responsable a una empresa minera que trabaja día y noche sacando arena y gravilla (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Otro aspecto que consideran como afección del río y la pesca fue la creciente que hubo en julio, causando que el agua llegará hasta la vía. El señor Reinaldo explicaba que la represa tiene “una cuota máxima”; en ese momento, la represa estaba llena, y además “se llenó el Páez”. La empresa sí o sí tenían que descargar el agua, lo que generó una inundación que, afortunadamente, no se llevó a nadie, pero que es muy probable que cuando falle la represa se lleve muchas vidas humanas: “donde no lo abran se colapsa y millones pueden morir”. Explica que cuando abren las compuertas, el río sube en 5 minutos. Comenta que la hidroeléctrica se construyó sobre “fallas geológicas”, -lo que contribuye a pensar en el alto riesgo de las posibles deficiencias de la represa que hagan destruirla- “¿por qué esa gente en su país no hace represas?... porque en 5 minutos mataron un montón de gente” (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Menciona también que, las veces que había presenciado una creciente en el Huila, ninguna había salido hasta la carretera como la de este año. Recuerda que una avalancha en 1993 “se trajo pueblos” y otra en 2004 “no fue tan grave”. Pero la de este año, “fueron descargas que hizo la hidroeléctrica” y “si el río se desbordó, fue por falta de profundidad”. Se comenta que Puerto Seco es afectado porque está en medio de las compuertas de las dos represas “del Quimbo a Betania” y, por eso, “la trayectoria del río es corto”. También se menciona que el sedimento que queda del río Páez, pasa por Puerto Seco hacia abajo, “se va al colegio”, explicando que se está acumulando en una de las entradas de Betania. Por ello, consideran que más adelante tengan que “drenar a Betania” porque la arena se está condensando (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Veda y contaminación
Ciertas dinámicas de “vea” –periodo de tiempo donde está prohibida la captura de peces- aún se encuentran río abajo “donde cogen bagre”. El señor Reinaldo lo menciona como necesario para que el pescado se pueda reproducir, y lo indica específicamente con el tema del bocachico. También menciona que, si existiera eso aquí, “tendrían que dar auxilios” para permitir que la gente logre vivir durante el tiempo donde no se puede pescar… porque tal vez hubiera mucho más pescado ahora, pero la competencia también ha ayudado a aumentar las técnicas de pesca y a pescar mucho más. (Reinaldo, conversación en campo, 28 agosto).
Comenta también que el pescado que se captura de “Neiva hacia abajo… contaminado con aguas sucias… muchas aguas negras”, mientras que de “Neiva hacia arriba… es mejor pescado”, del Juncal, Yaguara, Hobo, Campo Alegre, Betania.
Reflexión: el tema de la VEA es un asunto que se escuchó mencionar dos veces en escenarios diferentes, y hacían referencia a auxilios del gobierno para sostener a los pescadores artesanales en medio de esos meses, que se pusieran para otorgar la reproducción de las especies.
Poder de unos, resistencia de otros
La hidroeléctrica considera a los pescadores como invasores, y por lo general ocurren persecuciones, el señor Oscar se refiere a esto cuando un inspector de la empresa, le pide desmontar los cauchos de los cambuches -que son como el techo donde se resguardan y habitan-, para tomar registro de que ellos no están haciendo uso de ese espacio, lo que implica volver a montar todo después. “no deberían estar acá” narra don Oscar, entre las cosas que les dicen en sus habituales visitas (Oscar, conversación en campo, 21 agosto)
Don Oscar respondió que “ellos tienen mucha influencia con el Estado”, porque cuando venía el inspector y se resistían a desbaratar los cambuches, la empresa reportaba al Barzal y enviaban una cuadrilla de carabineros “necesitamos que desbaraten”, todo esto hace que ellos piensen que la empresa no los vea como personas, además de que solo les interesa su bienestar como empresa “como que no se fijan en la persona humilde, pobre no… nosotros tenemos así sea un desayunote. Ellos son solo ellos y nadie más, los demás nada que ver” (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
El oficio de la pesca trae consigo el enredo de las mallas en el embalse. La señora Gina explica que cuando llenaron la represa, no tuvieron en cuenta limpiarla de árboles altos, como el raspayuco, que hace que las mallas se enreden en las ramas y no puedan recuperarlas otra vez, ya sea porque se enreden o se rompan (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
Reflexión: el que se tenga dificultad para pescar por el daño de las mallas, es un conflicto porque se vuelve más difícil pescar, y es un aspecto desigual. Impide que la práctica se realice, porque si el pescador no tiene el dinero para acceder a la compra de las mallas, no pesca.
La señora Gina comenta que la empresa debería sembrar bocachico en el embalse y no solo alevinos, porque son muy pequeños y es probable que no sobrevivan todos (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
El pescado que se ve bonito: con químico y más barato
También menciona que los supermercados –surtiplaza- suelen traer pescados importados que poseen químicos para su conservación que evitan su pronta descomposición -lo que hace que finalmente no sean pescados frescos y perjudican la salud- “pagan permisos… pagan lo de ley” y por eso aparece en el mercado. Finalmente, sí se permite que se venda pescado exportado, pero se ponen muchas trabas para cultivarlo en Colombia (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Respecto a temas referidos a pescados ilegales se hace referencia en este caso al basa –o panga- que viene de Asia, que se vende, pero no tiene permisos para cultivarla en Colombia. Una de las razones es por ser un pescado invasor y depredador (Oscar, conversación en campo, 21 agosto).
Plaza de mercado: territorio hidrosocial
y se había establecido un acuerdo con la administración de la galería, donde no se les permitiera vender pescado a vendedores externos que solo vinieran a aprovechar las temporadas altas de venta de pescado, y además que no hicieran parte del grupo de vendedores que permanecía todo el año en la galería; desde la explicación de la señora Gina: ellos se aguantaban todo el tiempo ahí, y no era justo que otros llegaran en temporadas de venta a llevarse los clientes que ellos ya tenía (Gina, conversación en campo, 19 agosto).
Reflexión: La plaza de mercado como territorio hidrosocial, pasa a ser el espacio donde se evidencian esas transformaciones: cambia el origen del pescado, su disponibilidad, calidad, precio y sentido simbólico. La plaza revela desigualdades nuevas: ¿quién puede seguir vendiendo pescado?, ¿quién tiene acceso a hielo, agua limpia, permisos?
pero por no pagar impuestos y no dejar limpio el lugar según las recomendaciones de la entidad de control (Gina, conversación en campo, 19 agosto)
Estaría inmerso en el conflicto desde la plaza de mercado, y como se terminó expulsando o excluyendo a los pescadores artesanales de la posibilidad de vender su pescado en la plaza, por medidas, normas, condiciones de permanencia, etc.
La dificultad con el cambio, se debe a que la comunidad no va hasta la nueva galería porque queda lejos del centro “pues dicen” y prefieren ir a los fruver, lo que genera que los vendedores de la galería no tengan los clientes de antes, y sus ventas e ingresos disminuyen, por lo cual, muchos se resisten a pagar la administración del espacio (Andremio, conversación en campo, 26 agosto).
De acuerdo a la comprensión y el fortalecimiento de los circuitos económicos populares y el patrimonio cultural asociados al pescado del río Magdalena en el centro del Huila después del Proyecto Hidroeléctrico El Quimbo, se encuentra que la descripción sobre el circuito de comerciantes de pescado de río de Garzón, Gigante y el Agrado. Permite acercarse a las prácticas económicas desarrolladas por comerciantes de la región -antiguos agricultores desplazados por el proyecto-, reconociendo a su vez, los procesos de adaptación, resistencia, conocimiento y patrimonio del territorio, a partir de este nuevo oficio. Que en la mayoría de los casos, conecta, valida y refuerza las relaciones comunitarias que existen entre los pescadores y los comerciantes. Esta descripción evidencia el aspecto del desplazamiento y desarraigo de la empresa y el Estado hacia agricultores y pescadores de los municipios en cuestión. A su vez que, refleja el proceso de resistencia y adaptación, inicialmente desde la sobrevivencia de las personas que tuvieron que prender un nuevo oficio, desde los cuerpos que habitan sus vidas junto a la represa y desde las prácticas de re-existencia colectiva que pesca, comercia y cocina el producto del río a los hogares del municipio. Finalmente descubre saberes y prácticas de patrimonio biocultural alrededor del circuito económico del pescado de río.
Considero que el diálogo entre las diferentes disciplinas que propone el proyecto: Patrimonio Biocultural, Economias Populares, Territorios Hidrosociales y Ecología Política se articulan fácil y coherentemente con la realidad del territorio.
Pienso que la extensión de la información recolectada mediante los guiones de observación etnográfica, permitieron recoger muchísima información de prácticas, significados, trayectoria de oficio, entre otros. Los actores seleccionados permitieron conocer de manera general, las relaciones generadas del comercio de pescado del territorio, al menos en profundizadas en el municipio de Garzón. El comerciante intermediario Oscar brindó una idea del comerciante mayorista Arturo, mientras que la opinión del comerciante mayorista César, otorgó la cara de la otra moneda de Arturo y también proporcionó información general de otro comerciante intermediario el señor Sergio. Finalmente estas relaciones permitieron reflexionar sobre la importancia y la posibilidad investigativa, de conocer todas las versiones, para entender las dinámicas en que se mueve el pescado y el comerciante en el territorio. Aun así faltó equiparar las figuras femeninas en el comercio de pescado de río, e igualar las figuras masculinas en el acercamiento a la preparación del pescado de río.
En el entendimiento del circuito, resaltó que el tema del precio y cadena de envío del pescado, es completamente dependiente un sector del otro. Ejemplo: el pescador depende del precio que le de el comerciante intermediario, que a veces a porta de sus ganancias para el pago del pescado, este comerciante depende del comerciante mayorista, que pone un precio según le venda el comerciante de Barranquilla; ya que es ahí donde Arturo y César envía la mayoría del pescado. Por lo tanto es como si el precio final dependerá del precio que otorgue el comerciante de Barranquilla ¿cómo se vende en Barranquilla, para designar el precio que se establece actualmente? Esto sin mencionar las dinámicas locales que también generan aumento o bajas en el precio. La reflexión de la investigadora se encuentra a lo largo de la etnografía.
Frente a aspectos que fue difícil indagar, me refiero al aspecto emocional de las personas, en relación a sus historias con el Quimbo. Así como el elemento espiritual o mítico del río y sus saberes asociados a este. También cierta falta de reconocimiento de los pescadores y comerciantes por el patrimonio cultural que sostienen en sus manos, evidenciado en el intercambio que pretende hacer don Oscar por su oficio y el de los pescadores asociados, por tierras, idea repetida en el grupo focal de pescadores de la Cañada.
Por último, mi presencia influyó en los escenarios cuando: en la actividad con el comerciante mayorista, sospecho que mi presencia hizo que Andy, junto al hijo y uno de los trabajadores, compraran un sixpack de cerveza antes del recorrido con el hijo de don César y continuarán con el ánimo de festejo. Así como también generó que don Oscar pusiera los ingredientes para el sancocho ese día, con la finalidad de que almorzará con ellos. Cuando acompañé a Reinaldo a arreglar el motor, un grupo de pescadores estaban allí. Él me presentó y dijo que también podía preguntarles cosas. Yo saludé y seguí a Reinaldo. Sentí cierta incomodidad o prevención con los pescadores hacía mí. De igual manera, no les hice ninguna pregunta directamente, para no generar más incomodidad.
Seguramente en todas las observaciones interrumpí prácticas cotidianas, de interacción de los comerciantes con personas habituales con quien se reúnen y en caso del señor Reinaldo, pospuso para más tarde algunas de sus tareas, en este caso porque pese a que haya habido una explicación anterior de la actividad, antes de la llegada de la investigadora al escenario, considero que las personas no comprenden realmente el sentido y las implicaciones de la actividad, por eso choca la presencia del investigador con la cotidianidad de la persona.